Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

martes, 14 de enero de 2014

Narrador cámara


El escritor escribe en la pantalla de su ordenador las siguientes palabras: “El escritor escribe en la pantalla de su ordenador las siguientes palabras: “El escritor escribe en la pantalla de su ordenador las siguientes palabras...””. Los dedos le tiemblan sobre el teclado. Esquirlas de sudor recorren su frente, arrugada en ese momento. Ojos inyectados en sangre, color febril. Sobre su escritorio un folio amarillento.
La mirada del escritor se concentra en el pulcro blanco del documento virtual. Aunque, intermitentemente se para sobre el papel. De su boca sale un suspiro, carraspea, se remueve sobre la silla y vuelve su atención, de nuevo, hacia el monitor.
El canto de un pájaro de fondo, el ruido de las agujas del reloj que, imperturbablemente, se mueven al son de un ritmo constante, infinito. Tic, tac. Así cientos de veces.
El hombre sigue con la mirada fija, mientras la silla giratoria, sobre la que tiene acomodadas sus nalgas, rota 360º en períodos de cinco tic-tacs.
Pantalla, pared, armario, puerta, pared, cama, pared, pantalla. Otra vez. Pantalla, pared, armario, puerta, pared, cama, pared, pantalla. Gira que te gira. Como en una centrifugadora, las gotas de sudor saltan de la cabeza del hombre, en todas direcciones.
No hace un día caluroso, ni la humedad es excesiva. Una brisa suave, aunque escasa, penetra en la habitación. Sin cortinas, únicamente un ligero movimiento de las ramas de los árboles da fe de la existencia de corrientes.
De repente, suena el timbre y un rictus desencajado aparece en la cara del escritor. Se propina un bofetón, sale de la estancia, baja las escaleras y se dirige a la puerta.

- ¿Quién es? - dice, mientras se ríe al acercarse a la puerta. - Otra vez la ausencia de una maldita mirilla.
- Soy María, ¿recuerdas que habíamos quedado para charlar? - contesta una mujer joven dentro de un vestido rojo veraniego.
- Un momento. - el hombre se coloca bien la ropa, se pasa un dedo por su flequillo voluminoso y llave en mano, abre la puerta. - Adelante...

La mujer se abalanza sobre él, mientras un rubor aparece bajo los ojos de éste. El abrazo dura veinte segundos. Ella aprieta con fuerza, contoneando sus pechos sobre el torso del hombre. Al separarse, un bulto eréctil asoma en el pantalón deportivo de nuestro escritor. Ella sonríe y entra en la casa. Sube las escaleras y entra en el estudio del hombre. Mientras él hace lo propio, ella se tumba cómodamente en la cama.

- ¿Qué estabas haciendo? ¿Mirabas alguna página guarra? ¿Por eso has abierto el Word? Podemos verla juntos... - dice ella mientras lo mira, se moja los labios y da unos golpecitos con la mano sobre la cama.
- ¡Qué página guarra ni que ocho cuartos! Ojalá. Estaba intentando escribir.
- Anda, cálmate y acércate. - le cortó ella, a la vez que le agarra la mano y lo acerca a su vera. - Relájate, señor escritorcillo.

La mujer se humedece los labios y los acerca al cuello del hombre. Éste está tieso, rígido. No obstante, paulatinamente, la cara arrugada y el semblante militar van desapareciendo. Ambos cierran los ojos, sus cuerpos se acercan y entrelazan sus bocas.
Los brazos de ella constriñen el tórax de su amante. Éste, a pesar de la erección, sigue con mayor quietud que la mujer. La lengua de la mujer del vestido de rojo se mueve de los labios al cuello, del cuello al pecho y del pecho a los pantalones de su pareja.
De repente, los ojos azules del escritor se abren e intentan enfocar. Están encima de la silla giratoria. Rotan en sentido pantalla, pared, cama, pared, puerta, armario, pared, pantalla. Las manos del hombre, vigorosamente, agarran aquellas rojas caderas.

- ¡Para, para, para! - caen los dos al suelo, despeinados y sudados.
- ¿Pero que ocurre ahora?
- ¡Vete, corre, vete! - dice él, mientras espera a que ella se levante para arengarla con golpecitos en la espalda.
- ¡Pero, ¿se puede saber qué ocurre ahora?! - chilla histéricamente la belleza bermeja. Baja a trompicones las escaleras y una vez sale por la puerta dice – ¡No me vas a dejar cach...! - en el  momento justo en que el tablero de caoba se topa con sus narices.

El timbre vibra y vibra por causa de la presión repetida del dedo de la joven. Nuestro escritor corre escaleras arriba, se sienta en la silla, mira la pantalla y blande el teclado haciendo que la pantalla se llene de negros caracteres.

- ¡Inspiración, maldita amante celosa! ¡Por fin, has venido a mí, perra!

El escritor escribe en la pantalla de su ordenador las siguientes palabras:

Inspiraciones lascivas”

3 comentarios:

Unknown dijo...

Ayyyy me duelen los ojos, tendrá algo que ver con EXCASA Y AVALANZA?
Qui lo sa¡¡.

Anónimo dijo...

Era yo no IRi¡¡

Lord Galdor dijo...

Perdón, mira que siempre pongo escasa... y avalanza, pienso que se escribe como avalancha... y mira, no te irás a dormir sin saber algo nuevo :P mis disculpas, te gustó, Gra?