Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

sábado, 21 de marzo de 2015

La peonza



Suena el despertador, el cansancio pretérito se difunde por la superficie de su almohada. Le cuesta levantarse, es sábado y la noche ha dejado mojadas las calles de su pueblo. Sabe que necesitará el frío que emana del suelo, para despertar sin aspavientos. Primero el pie derecho, luego el izquierdo. Por proximidad, no por superstición. Abre repentinamente los ojos y sabe que su pelo enmarañado espera una sesión de agua gélida, para recuperar su forma estética. No obstante, no le preocupa demasiado. Necesita su bol de cereales y jugar con su perra. Apenas sabe diferenciarla de la misma cachorrilla que 16 años atrás, salvó de ser sacrificada. Tiene la misma energía y efusividad canina, a pesar de mostrar algunas carencias visuales y achaques de la edad. La quiere como al primer día, a pesar de no verla con la misma frecuencia. Recuerda que debe encontrar un libro. Rebuscar por las estanterías y los cajones, entre un sinfín de títulos y obras, aquel primer ejemplar. No hay suerte con los lugares más probables. Prueba en el armario de su antigua habitación, cajas y libretas de su época de bachiller. Rebuscando en una de las cajas, encuentra un tesoro: su peonza. Y entonces, todo se distorsiona. La alcanza, con su cuerda original, que retuerce alrededor de su tez de madera. Al salir de la habitación, la perra lo sigue y se agarra a su pierna con juvenil efusividad, su hocico parece más chato, su pelaje más brillante y suave. Le hinca el diente en el tendón de Aquiles y nuestro protagonista emite una leve y aguda queja. Está impaciente por lanzar la peonza, con aquellos colores granates, naranjas y azul turquesa con los que la había decorado. Tan impaciente está que, tras seis o siete intentos, tras haberla hecho girar al revés o hacerla caer al suelo sin espín alguno, se queda embelesado contemplando el giro uniforme de su peonza, mientras, con cada vuelta, el chico siente sus huesos crecer y contempla la belleza con la que su perra ha crecido, todos estos años.

Lord Galdor
21/03/2015