Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

Tántalo, o el Optimismo

En este apartado de mi blog, iré subiendo los capítulos de un cuento llamado Tántalo, o el Optimismo, en honor al gran escritor y filósofo francés, Voltaire; donde Tántalo es el protagonista de un seguido de sucesos que aprovecharé para dar mi más íntima opinión y crítica de la sociedad o sociedades que pueblan nuestro planeta.



Capítulo Uno

De cómo Tántalo conoció al Doctor Fineas y a la damisela Beautinfall


Hubo en la Mancha, la profunda Mancha castellana, en las tierras del Duque de Banalcordero, la presencia del joven Tántalo, hijo de la ama de llaves del caserío del Duque, que era el orgullo de la provincia. Su precoz capacidad del uso del sentido común y raciocinio y su olfato más allá de lo simplemente extraordinario, lo hacían digno de dicho orgullo. Huérfano de padre, el inteligente y sensible muchacho vivía en un cuartito bajo las escaleras, aprendiendo a convivir con la austeridad.

Fue creciendo y su fama superó fronteras a través de los cuatro puntos cardinales, aunque él seguía actuando del mismo modo, humilde y honrado, ayudando en los campos de trigo de las propiedades de aquel noble. Todo seguía en la más estricta normalidad, hasta que un día fue llamado por el señor Duque a presentarse ante él, con su madre, llevando las ropas que el anfitrión había dejado para ellos en la puerta bajo las escaleras. La madre lloró de alegría, desmayose y, al despertar hizo sonar estertóricamente su risa, mientras sus dorados rizos de muñeca de porcelana se movían y rebotaban. Tántalo actuó con cautela e hizo lo que le fue pedido con la buena intención de no ofender al señor del caserío.

Llegaron al comedor a la hora anunciada, cogidos del brazo, cual madre que acompaña a su hijo y lo deja ante el altar, y haciendo un saludo sumiso, esperaron las palabras del anfitrión. El Duque mandó acercarse al muchacho, que siguiendo torpemente el protocolo, actuó bajo los designios del noble. Mostrando una blanca sonrisa, Banalcordero lo sentó a su lado y lo agasajó con las mismas palabras que acostumbraba recibir de los pueblerinos de la zona. Tántalo estaba tan nervioso que no se fijó en los demás comensales hasta el momento en que el anfitrión con estas palabras presentó a dos ilustres hombres y dos bellísimas mujeres que sonreían al otro lado de la mesa: "Discúlpenme vuestras mercedes por mi vanagloria, queridos invitados míos, por no haber atraído la atención de este brillante muchacho hacia vuestras personas. Tántalo, permíteme que te de a conocer a Lord Fackenbored, su adorable esposa y el hermoso fruto de su conjunción, la bellísima Beautinfall, venidos de la Bretaña francesa y acompañados por el más brillante pensador y científico, el Doctor Fineas". Tántalo quedó perplejo ante la maravilla que tenía ante sus ojos, perdiéndose entre las palabras vacías de su interlocutor. Aquella inocencia, aquella simplicidad ante el buen gusto para vestir, aquella sonrisa tímida con una mirada llena de curiosidad. El rubor hizo su aparición en la tez aterciopelada de la muchacha al ver la expresión anonadada de Tántalo, lo que propició el carraspeo del Lord y la inmediata reacción del enamoradizo que, atrabancándose con la lengua al hablar, se presentó y mostró sus respetos a los invitados de Banalcordero.


Capítulo Dos

De cómo Tántalo descubre una verdad horrible y es echado del caserío.


Hicieron sentarse a comer, al fin, al chico y a su madre. Durante el convite, Tántalo y el Doctor Fineas se mantuvieron en silencio, mientras los demás se embadurnaban de los elogios, que la falsedad e hipocresía de unos y otros hacían brotar de las bocas de aquellos distinguidos comensales. La conversación era intensa por la cantidad de vino, con el que había obsequiado el Lord a su nuevo anfitrión proveniente de las bodegas de la Bretaña, que se había ingerido durante la velada. Las miradas de Beautinfall y Tántalo se cruzaban tímidamente de manera intermitente, manteniendo el rubor en sendas mejillas. La madre del muchacho, por su parte, hubo vuelto al estado salvaje del que todos provenimos (digan lo que digan los anti-evolucionistas americanos), con tez acalorada y mirada perdida, la mujer reía a cada comentario, cada cual más estúpido, de los allí presentes. Dejando atrás absurdos protocolos, la atractiva madre pasaba su brazo por encima de la nuca de su anfitrión, acercando su turgente busto a la vista de Banalcordero.

He aquí el comienzo de los gestos indecentes y las conversaciones ardientes, ante la indignación del honesto Tántalo y la mirada desaprobadora del ilustre germánico. Hasta tal punto llevó su sinceridad el elocuente Duque que con estas palabras quiso encender la llama interna de su ama de llaves, lo que fue encendiendo más a Tántalo: "Mandaría pintaros sobre mi lecho, querida. Sois una muñequita exquisita cuyos senos y dorado pelo son dignos de todo título nobiliario". Llegado el momento de Fackenbored, salivando y balbuceando algo ininteligiblemente francés, subiose con suma torpeza sobre la ostentosa mesa y acarició uno de los pechos de la ama de llaves, puesto que el otro estaba siendo monopolizado, ante los ojos de su hijo, por Banalcordero.

Pasado el momento de fogoso deseo y vueltos todos nuevamente diplomáticamente correctos, con buenas palabras y delicados gestos, la mujer del bretón se levantó de su silla, se acercó a la invitada y la besó apasionadamente, ante la expresión de incredulidad del Duque, mientras su delicada mano reptaba en busca del ansiado fruto de Adán.

Fuera eso el desencadenante de que los acontecimientos se despeñaran en un precipicio de vino y pasión desinhibida, llevó a la lengua de Banalcordero a perder el sentido de la corrección y, olvidándose de la presencia iracunda de Tántalo, expresó abiertamente: "¡Cómo me alegro de haber acabado con Sócrates!". En cuanto la última palabra cayó sobre la conciencia de los invitados, como una fiera furiosa desbocada, el paciente Tántalo lanzose sobre el cuello del Duque, haciéndole caer del poco económico trono -recubierto de terciopelo procedente de los más distinguidos cuernos de los arces de los Alpes- en el que sentaba su pesado trasero, mientras manipulaba con ansia el final de la espalda de la albina dama. Cual loco, Tántalo arremetía la madera de caoba de la larga mesa con la cabeza de su anfitrión y con amenazantes expresiones instaba a éste a explicar el significado de tan desafortunadas palabras.

Banalcordero pidió una tregua al muchacho y éste lo soltó lentamente ante la atónita mirada de su madre y el inesperado desmayo de Beautinfall, que caía con la mala fortuna contra el canto de las patas de una silla, desgarrándose una oreja y partiéndose el labio inferior contra el suelo, siendo atendida de inmediato por Fineas (cabe decir que no era Doctor de los que curan a las personas en su consulta médica).

Pasaron unos segundos de tensión y, habiendo recuperado el aliento, nuestro anfitrión relató a Tántalo, ante las lagrimas y la vergüenza de su madre, lo ocurrido años atrás. Banalcordero, en un viaje de ocio a la costa catalana, confundió a Erica, madre de Tántalo (que por aquel entonces contaba cinco primaveras), con una prostituta a la que forzó y violó en un lujoso hotel de la zona, dejándola tirada al verse medio sorprendido por el marido de ésta, Sócrates. El padre de Tántalo, lleno de ira contenida, trató de hablar con Banalcordero para que se entregara ante la justicia y al verse perdido, el traidor Duque le disparó por la espalda y lo llevó a un acantilado del litoral de Gerona donde lo dejó caer, siendo presa rápida del fuerte oleaje. Después de eso, en un arrebato de generosidad, Banalcordero raptó a la mujer y a su hijo, llevándolos a la Mancha donde, a cambio de su silencio, ofrecía a Erica un gran sueldo para que trabajase de ama de llaves, teniéndola así, bien controlada. En cuanto fue creciendo Tántalo, el falso anfitrión fue viendo en él una gran oportunidad de hacer riqueza con su ingenio y, por ello, había decidido presentarlo a la familia Fackenbored, que se había ofrecido a ser mecenas del chico, y al que sería su nuevo mentor, el Doctor Fineas.

Oídas todas aquellas desgracias, Tántalo escupió en la cara desencajada del asesino de su padre y con aplomo, se giró en dirección a los invitados, que lo miraban impertérritos, y con determinación les pidió disculpas por aquellas escenas ocurridas y por las que estaban por llegar, se preocupó por Beautinfall que seguía sangrando por la boca y dirigiéndose a su madre, con sumo respeto y sin levantar la voz díjole: "No iba, pues, mal encaminado el Duque con vos, madre, cuando os confundió antaño. Por lo visto esta noche, está claro que sois la mayor puta del Reino de España". Palabras que llegaron oscuramente al corazón de Erica que arremetió cinco dedos sobre su propia cara, cayendo al suelo de rodillas, desconsolada y dolorida por tener que echar de su vida al único fruto de su sangre, al mejor hijo que pudiera jamás tenerse sobre la faz de la tierra. Hijo al que que informó que debía dejar el caserío, para no volver jamás, para que aquella egoísta madre pudiera olvidar la pena y la vergüenza vividas, tanto las de antaño como las de aquel día.


Capítulo Tres

De cómo Tántalo el vagabundo es secuestrado mientras mendigaba.


Tal fue el revuelo y la consternación creada por los acontecimientos ocurridos en el capítulo anterior, que a un servidor narrador le ha dado por recordar que en estos tiempos que corren, ya nadie habla usando un vocabulario tan arcaico. Por si alguien aún se preguntaba por la época en que transcurren los hechos, les sorprenderá descubrir que no hemos viajado en absoluto por el tiempo (en el caso que el lector sea contemporáneo mío).

Así pues, retomando la desventurada historia del sensato Tántalo, éste se disponía a preparar su mochila de excursionista, que había heredado de su padre, para dejar a un lado aquel lugar que le había vuelto un chico desdichado e infeliz. De vez en cuando, se veía desbordado por una seca ira y la más profunda de las rabias, haciéndole crepitar los dientes y extender los nudillos, aunque finalmente sobresalía el temple y lograba reprimir las ganas que tenía de acabar con la vida de Banalcordero. No pidió ayuda a nadie, ni se despidió, esperando el arrepentimiento de su madre, el cual, por orgullo, nunca hubiera asomado; dispuso sus pocas pertenencias y al anochecer inició su nueva vida, a merced de la fortuna que de cada paso de su periplo fuera acumulando.

Habiéndose visto relegado a la más estricta pobreza, se vio obligado a olvidarse del mecenazgo de la familia bretona, más por vergüenza que por modestia, y alejado de la magullada pero aún bella tez de Beautinfall para evitar la deshonra que, alguien como él, produciría en el mismo instante en que pensara siquiera acercarse a tan ilustre jovencita.
Deambulante y hambriento, las doloridas plantas de los pies dieron fin al viaje en una villa cuyos habitantes eran afables, pobres y generosos. Lo reconocieron y lo llenaron de besos, abrazos y elogios, quisieron abordarlo con regalos, comida e incluso mujeres, pero él regaló de nuevo los obsequios a quienes más los necesitaban, comió para sobrevivir y luego, dio todo lo demás a animales abandonados y ancianos enfermos; y agradeció sus buenas intenciones a las muchachas que oyeron y lloraron las historias que Tántalo les narraba.

Tan lejos llegaron aquellos terribles relatos en los que surgía una y otra vez el nombre de Beautinfall, que éstos llegaron a oídos de la misma, que habiendo vuelto a su Chateau bretón, lloraba desconsolada pensando en el pobre castellano y su injusta desdicha. A su vez, este cúmulo de noticias fue rebotando de un lugar a otro de Europa Occidental, demostrando que la empatía y la simpatía eran la asignatura pendiente de la sociedad del Viejo Continente. Al menos de la gran mayoría, pues viendo la impotencia de la señorita Beautinfall, un hombre movió hilos en algún lugar recóndito de la región de Baviera.

Dos días pasó Tántalo en compañía de sus admiradoras, perdiendo las pocas fuerzas que la vida le otorgaba, hasta que al fin, se decidió a pedir limosna en otra población más rica y poblada, donde pudiera comer y vivir sin aquellos dolores de conciencia, por vivir a costa de las gentes de aquella humilde villa asturiana.

Librándose múltiples veces de ser atropellado por algún camión de mercancías y subiéndose sin pagar en impuntuales trenes, llegó, al fin, a Madrid, la capital castellana, en la cual se celebraba un acontecimiento deportivo a nivel internacional. Y debéis estar pensando "Claro, un partido de fútbol". Pues no. He aquí que éste es un relato de sorpresas y en este caso, no iba a ser menos. Topándose por doquier con pelirrojos y ebrios hinchas, o en su defecto pelirrojos ebrios hinchas que aullaban ininteligibles cánticos celtas, supuso que la patética selección española de rugby se enfrentaba a los aguerridos jugadores irlandeses. Chocándose con unos y otros, Tántalo trató de zafarse de la maloliente zaga de hooligans, pero éstos parecían creer que en vez de un vagabundo, se trataba de un melón de rugby (pues todos sabemos, que ese objeto no puede llamarse balón) y se lo iban pasando de un lado a otro, hasta que el agotamiento del muchacho y la vomitera de los green dieron fin al partido.

Horas más tarde, en medio de la Plaza Real, Tántalo despertó desorientado y, sorprendido, vio en el suelo un sombrero repleto de monedas y billetes. Por primera vez en todo el viaje, hizo uso de la razón y el instinto de supervivencia, recogió el dinero y mendigó por la misericordia del pueblo madrileño. Estuvo hasta el anochecer, y para cuando quiso levantarse, coger la limosna e irse, se topó con un grupo de fornidos germanos que lo invitaron a pasar la noche en una posada del centro de la capital. Al girar una de las calles circundantes a la Cibeles, fue abatido por uno de ellos, mientras otro compañero germano le suministraba un tranquilizante. Lo que ocurrió con el bueno de Tántalo solo la estatua de la diosa lo sabe.



Capítulo Cuarto

De cómo Tántalo vuelve a la vida y nefastas noticias llegan a Beautinfall.

Para no levantar sospechas, los inteligentes alemanes llevaron el cuerpo de Tántalo a una tasca transitada y fingieron que habían bebido más de la cuenta, lo que les daba una buena coartada para explicar el estado del joven. El dueño del bar llamó a una ambulancia y a la policía, se llevaron al muchacho inconsciente al hospital y, durante dos semanas, Tántalo fue alimentado por vía intravenosa y se le mantuvo en observación, debido a, lo que los médicos llamaron conmoción cerebral, al observar la confusión que experimentó el chico al encontrarse en un hospital. Ignoraron por completo como se había dado el golpe en la cabeza. Aunque claro, ya conociendo a la sanidad pública del país, estos supusieron que debieron golpearle al entrar en la ambulancia, o simplemente, bajo el efecto del alcohol había caído en algún callejón.

Durante el tiempo que estuvo en el hospital, los alemanes tuvieron ocasión de hacerle un pasaporte y pedir un permiso de extradición, puesto que un hombre importante de las tierras germanas demandaba la presencia del muchacho, en cuanto estuviera recuperado.

Por otro lado, cartas y mensajes le llegaban a Beautinfall desde Madrid, dándole noticias desalentadoras sobre el estado de salud de Tántalo. Sus padres veían impotentes como su hija perdía su juventud y su inocencia en cada lágrima que derramaba. La culpa le devoraba las entrañas, sintiendo que había abandonado al pródigo muchacho. Lloraba desconsolada, refregando sus cálidas lágrimas por entre los folios y folios de misivas que repetían, una y otra vez, aquel nombre predicador de desdichas inusitadas.

Cual fue la sorpresa de los padres bretones, cuando, una buena mañana entraron en la inmensa habitación de su hija y no la encontraron en ella. Cual fue la histeria de una madre, al leer la nota escrita, indudablemente, a mano de Beautinfall, que les informaba, con trémula letra, que dejaba Bretaña para ir en busca del desgraciado cuerpo de Tántalo, el cual, creía seguiría inconsciente al llegar a Madrid. Toda buena madre hubiera hecho lo mismo: desmayarse.

Mientras, a falta de cuatro días para que la caravana a la que se había unido la adolescente llegara a Madrid- una caravana de melenudos y felices hippies-, los ojos de Tántalo vieron la luz, después de tres semanas de puro descanso. Dos días más tarde, se le dio el alta y fue llevado a Baviera, ignorando que la bella mujer con la que había soñado noche y día, iba en su busca y pensaría, al cuarto día de su viaje, por un malentendido con la enfermera del hospital, que el muchacho que unos días antes ocupaba la camilla de la habitación 205 les había dejado; que había muerto.



Capítulo Quinto

De cómo Fineas se presta a ser el maestro mentor de Tántalo y la peregrinación de Beautinfall.

El viaje había sido agotador y Tántalo, después de tanto tiempo en coma, seguía estando en un estado de desorientación que le impedía discernir la realidad de la ficción, cuando el Doctor Fineas, con un aura de majestuosidad y respeto, apareció ante los ojos del muchacho. La preocupación se entreveía en su mirada, mas no hizo comentario alguno que lo corroborara. Se disculpó por la contundencia con la que lo habían tratado aquellos, a los que se refirió una y otra vez como, inútiles lacayos.

- Decidme, muy señor mío. ¿Por qué anheláis mi presencia harapienta en vuestro ostentoso castillo? ¿Qué sacáis de tener a un marginado social en vuestro círculo de amistades? -le preguntó, Tántalo, claramente aturdido y confuso con aquella situación.
- ¡Ay! Joven Tántalo. Será pues , ¿qué aún ignoráis vuestra sorprendente habilidad para el uso del sentido común y el raciocinio? -le contestó Fineas.
- No os engañéis, buen pensador. Pues no habéis visto en que situaciones nefastas me ha llevado eso a lo que vos llamáis habilidad. Sólo he conocido miseria y desdicha.
- Recuerdo lo que te ha llevado a esa situación. Estaba mi persona presente cuando se desbocaron los acontecimientos ante los ojos atónitos de mis protectores y yo mismo. Tu pérdida de la habilidad se dio a causa de tu desesperación; no estabas en armonía contigo mismo ni con el mundo que te rodeaba. -contestó inapelablemente el erudito germano.
- Entonces, no puedo más que preguntarme, ¿para que me quiere aquí?
- Quiero que seas mi aprendiz, mi alumno. Quiero discutir, filosofar, necesito ver hasta donde te puede llevar tu capacidad. En pocas palabras, te ofrezco mi protección y mis conocimientos, que seguramente, bien podrás complementar con los que ya hayas adquirido en tu breve e intensa vida, fuera de los barrotes de la sociedad hipnotizante y adormecedora.

Así fue como, desde aquel día, el servicio del castillo se dio la prisa y se preocupó de la manera que le había pedido el Doctor para recuperar las fuerzas físicas y psíquicas de Tántalo, el cual agradecía abiertamente, día y noche, a unos y a otros, la ayuda que le prestaban. La servidumbre femenina se convirtió en la madre del chico, anonadada por las gráciles palabras que de su boca brotaban, encariñada con la sonrisa que siempre blandía ante su presencia, todo el mundo hablaba maravillas del nuevo ahijado del Doctor Fineas.

Pasada una semana, el muchacho se levantó con fuerzas de la cama donde había guardado reposo y se le informó a su maestro de ello, el cual vio la luz verde de un semáforo que daba comienzo al aprendizaje de Tántalo. Lo instruiría en ciencias naturales y en el uso de la diplomacia. Discutirían de filosofía y le daría cuatro pinceladas en el noble arte de la escritura y literatura, encaradas a agilizar la capacidad del muchacho a expresar sus pensamientos y conocimientos sobre el papel. Todo aquello que un hombre de mundo y de ciencia debía saber, no sólo por morbosidad académica, sino para su propia supervivencia, en la jungla de hormigón de la que le separaban los muros del castillo.

Mientras tanto, por entre las calles de la capital española, aún algunas personas comentaban una historia de desdicha y desesperación, dado que oían cada noche los llantos de una mujer que vagaba desconsolada, la que creían, era una damisela extranjera cuyas lágrimas derramadas intentaban hacerle olvidar la marcha a un mundo mejor de su amado, que poco tiempo atrás, poblaba y residía, como buen compatriota, las mismas tierras que aquella turba dicharachera.

Beautinfall ignoraba las vacías palabras de aquellas personas que aprovechaban su desdicha para sentirse mejor, imploraba la soledad para guardar el mejor luto posible al, supuestamente, difunto castellano y olvidaba su salud y su imagen, despreciando a la superficialidad y banalidad humanas, que le pedían poner buena cara en aquellos oscuros momentos de dolor.

Así fue, como cansada de la pena y condescendencia de sus allegados, decidió poner rumbo a su tierra, a pie. Únicamente acompañada de su primo mudo Aieuo, que permanecía impertérrito ante las peleas de amor de los pretendientes de Beautinfall, y que en el caso de acercarse demasiado, los asía por el cuello y los despachaba con hostil expresión. Sería su protector y confidente, durante el largo trayecto en peregrinación que les esperaba a ambos. Ignoraron las protestas de la pseudo-nobleza española y sumida en la soledad de sus pensamientos, Beautinfall comenzó su viaje de desdicha y autocompasión.

Capítulo Sexto

De cómo Tántalo reconstruye su mente. Conversaciones filosóficas.

Una vez familiarizado con la corte del castillo del Doctor, habiendo recorrido todos los pasadizos y grutas, explorado las cámaras de tortura y los múltiples aseos, Tántalo se sentía en concordancia con su entorno, se movía con agilidad y desparpajo, saludando a unos y a otros, sin dar la espalda a nadie: había recuperado su antigua energía mental.

Por entonces, Fineas y su castillo subsistían muy gratamente gracias a las múltiples financiaciones de los proyectos socio-científicos que llevaba a cabo el Doctor con la ayuda de la comunidad científica bávara. Se decía que el nivel de publicaciones que había dado al mundo en campos como la socio-psicología analítica y la aplicación de la química cuántica y la termodinámica estadística al conocimiento del funcionamiento cerebral y celular estaba en el orden de las centenas. Era, sin duda, un eminente pensador.

Así pues, el astuto germano se esforzó en enseñar a Tántalo las bases de la mecánica cuántica, los postulados de la termodinámica y algún vago concepto de química elemental. No había una gran motivación, por parte del tutor, en dar estas lecciones que Tántalo veía volar ante sus sorprendidos ojos. Un día, Tántalo, después de noches y noches dándole vueltas a dudas que le sobrevenían a la mente, cuando su mentor le preparaba para ser un eminente científico, interrumpió a Fineas con la siguiente idea.

- Tengo unas ideas que me rondan la cabeza. -tosió y pensó bien las palabras que usaría.- Pero antes, dígame, querido Doktor. Si tan alegremente aceptó instruirme en estos nobles conocimientos, ¿por qué lo veo tan desanimado a llevar a cabo esta tan noble función docente? -dijo con gran elocuencia.
- Oh, querido y ávido Tántalo. Los conocimientos científicos son efímeros si no se pueden extrapolar a la burda divagación mental. -se tomó su tiempo.- Es decir, por más interesante que me parezcan las ecuaciones y los conceptos teóricos aplicados a la physis, el hecho de reprimir mi necesidad de llevar estos conocimientos al punto de vista humano, a la filosofía, me hace aborrecer ser tu profesor.
- Pero eso es...
- Lo sé, es injusto para t...
-No, no, Doktor. Tiene razón, quería decir que eso es maravilloso. Dejarse llevar por una corriente deductiva.
- La vida académica tiene ciertas limitaciones.
- ¿Limitaciones? Quiere decir que hay alguien que rige los conocimientos que cada profesor otorga a sus alumnos.
- No serías tan ingenuo de pensar que, en una sociedad capitalizada, el conocimiento era virgen y libre.
- Lo que no entiendo es, ¿por qué no se deja llevar por sus necesidades docentes conmigo? Olvídese de la vida en la Universidad, esto es su castillo. -se alargó el momento de tensión causado por la sinceridad despreocupada de Tántalo.- Discutamos de connotaciones filosóficas dentro de la física. Hablemos. Habrá tiempo para aprender.
- Acabo de olvidar quien es el profesor y quien el alumno en esta conversación; me ha gustado. Has sacado este tema y sé porque lo has hecho. Estuviste presente cuando me dejé llevar por mis divagaciones ante la presentación que te hice del mundo cuántico. Te comprendo. Comprendo tus inquietudes y me alegra que me hayas ayudado a abrir mi mente. -y el robusto alemán abrazó efusivamente al joven Tántalo.

Capítulo Séptimo

De cómo el castillo se le torna pequeño a Tántalo. El primer viaje a Islandia. Conversaciones sobre política.

Nuestro querido protagonista, pese a la amabilidad y el amor de su anfitrión y maestro, se sentía oprimido por los muros del castillo germano. Su necesidad de salir al exterior era tan grande que evadía las miradas de las sirvientas con total desprecio y su humor se volvió agrio. En sus pensamientos brotaban sentimientos de indiferencia ante el mundo que lo rodeaba. Sus ojos mostraban el cansancio de alguien que vive aporreado por el pasado, amargado por el desamor y enclaustrado por el conocimiento.

No obstante, Fineas, que era un hombre sabio, habiendo vivido y aprendido mucho por ello, encontró la solución para eliminar la desazón del corazón de su pupilo. Una de las condiciones para hacerse un nombre en el ámbito científico, sobretodo, en estudios teóricos, era viajar. Ver mundo. Y qué mejor lugar para viajar que alguno de los países del norte, Escandinavia. El erudito se llevaría a Tántalo a alguno de los territorios con más conocimiento concentrado por unidad humana. Por otro lado, veía que ir a Finlandia, Suecia o Noruega no hubiera sido del todo bueno para el chico, pues al hecho de que no veían la luz del sol durante la mayor parte del día, había que añadir, que eran sociedades relativamente cómodas, que disponían de todos aquellos recursos que el Estado se podía dar el lujo de ofrecerles. Fineas pensó, que no había reto filosófico en aquellos gélidos parajes, pues cada persona recibía incluso más de lo que pedía, y aun así -pensó el doctor- no podían evitar el alcoholismo.

Así pues, el maestro convocó a Tántalo y le dio las nuevas, que fueron recibidas con alegría por el ojeroso muchacho. La idea de visitar un país tan geográficamente maravilloso como la volcánica isla del norte, con sus géiseres y sus grandes lagos, glaciares, le entusiasmó. De este modo, se hicieron los pertinentes preparativos y Tántalo, con la compañía de su maestro y de dos de los doctorandos del grupo de investigación del Doktor, puso rumbo a Islandia. En el viaje de ida, el chico hizo amistad con una veinteañera angloparlante que decía ser autóctona de Reikjavic, capital islandesa y destino de la trayectoria que había tomado el vehículo aéreo en el que se encontraban. La chica parecía buena persona, inteligente, pero sobretodo, radical. Radical desde el punto de vista del ingenuo de Tántalo; pues apenas había vivido únicamente unos meses fuera de España y, dada su juventud, no conocía en exceso el mundo de la política y menos, de la exterior. En Castilla todo era mucho más simple, si por simple nos referimos a un claustro de intolerancia beligerante. 
  • Dime, chico –habló ella en perfecto inglés centroeuropeo (dícese del único dialecto anglosajón comprensible e inteligible para los habitantes del pequeño territorio que existe fuera de las fronteras de la Gran Bretaña y Estados Unidos)-, dime. ¿Tenéis democracia en España, no es así?
  • Eso creo.
  • ¿Estás completamente seguro?¿Qué concepto de democracia te suscitaba el mundo que te rodeaba cuando estabas en casa?
  • A pesar de que no era el sistema perfecto… -dudó Tántalo. La joven islandesa lo miró con explícita vehemencia- Bien. Lo definiré brevemente. Pseudo-multipartidismo, demagogia, corrupción y mala distribución económica. He aquí el gran “Reino” de Esparto. Pero según Winston Churchill es el peor sistema a excepción de todos los demás que se han llevado a cabo.
  • ¿Eso te hacen creer en tu escuela? Me gustaría que vieras lo que hemos hecho en nuestro país para que abrieras los ojos de una vez.
  • ¿Qué ocurre en Islandia?
  • Quiero que me digas el significado literal de la palabra democracia. –habló ella inquisitivamente.
  • Bien, a ver. Creo recordar que es una palabra compuesta por dos expresiones, demos y cracia. La segunda significa ostentación del poder o algo parecido, mientras que la primera equivale al pueblo. Es decir, literalmente, el poder ostentado por el pueblo.
  • Pues eso mismo estamos llevando a cabo en la isla helada. Basta de demagogia, basta de corrupción y malas administraciones económicas y basta de subjetividad informativa. Transparencia y autodependencia.

Ante aquellas palabras, Tántalo quedó gratamente sorprendido y, horas más tarde se lamentaría de su ingenuidad y aborrecería su tierra por la facilidad con la que se dejaba controlar por la inercia televisiva. Pronto llegarían a Islandia y, a pesar de la excitación del momento con aquella idealista chica, el cansancio hizo su aparición y durmió plácidamente, mientras, Fineas y los doctorandos seguían hablando acaloradamente sobre la posibilidad de superar velocidades lumínicas y las implicaciones teóricas de la existencia del bosón de Higgs.

Capítulo Octavo

De cómo Tántalo sigue aprendiendo sobre el mundo. Beautinfall sigue su camino, llega a los Alpes en un estado preocupante.


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