Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

domingo, 2 de febrero de 2014

Crónicas de Numer I



  Aquella noche, Numer no podía escribir, había intentado coger el puntero para continuar su relato, pero le había sido imposible. Su cerebro no reaccionaba a estímulos, sólo veía pasar frente a él los segundos; veía pasar frente a él miles de historias, cada cual más surrealista. Las manos se le agarrotaban al pensar que en cinco horas volvería a su hogar, regresaría a la cuna de la humanidad. Volvería allí donde jamás había estado: el Sistema Solar.

Numer era el tripulante número 1750 de la nave Recol. Formaba parte del ejército de la mayor civilización extraterrestre conocida en el cinturón de asteroides, los seres llamados Serenus (palabra terrestre para denominar a aquellos que viven con serenidad y tienen la mente abierta). Cómo debía ser la situación, para que un alma en constante serenidad con ella misma, perdiera el control y se dejara llevar por las circunstancias. Hacía cinco décadas que el Astro del Sistema Serenio, es decir, el que contiene a los Serenus en él, había empezado a necesitar hierro en su manto para que no se produjera una destructiva súper-nova. Para ello, los Serenus habían dejado de extraer ese preciado material del Gran Astro. Era tan grande la necesidad del metálico elemento que se buscaron otros sistemas para explorar (es necesario saber que en el Sistema Serenio no había grandes satélites metálicos).

Cual fue la decepción al ver que el sistema más cercano estaba a dos cientos años luz de distancia. Entonces, entró en escena aquello que se hacía llamar humanidad. Seres serenuiformes, o girando los papeles, pensad en los Serenus como seres antropomorfos. Seres que llegaron con astronaves que viajaban a velocidades superlumínicas, o como los Serenus llaman relativas hiperméricas, de donde se deduce que Numer significa el que no tiene luz propia o el portador de oscuridad.

Cuatro seres con uniformes protectores y otros dos con uniformes especiales militares, surgieron de una de las naves y pidieron hablar con el erudito jefe o el caudillo de la base planetaria. Con toda la calma del mundo, que en aquel caso era el planeta Sustramer (que en palabras humanas viene a ser aquello que atrae a la luz), se acercó uno de los Serenus a hablar con los humanos, lo cual ofendió sobremanera a aquellos que camuflados vestían. Se les explicó que en aquella civilización no había un líder, sólo tenían a un joven que sobresalía entre todos los demás, allí todos se ocupaban de aquello que fuera preciso en cualquier momento; todos eran igual de extraordinarios. El que estuviera más cerca, el que hiciera desestabilizarse menos al conjunto, era el apropiado para llevar a cabo el encuentro con los nuevos visitantes.

- ¿Qué tipo de radiación aprovecháis de esa gigante roja? ¿Cómo la llamáis? – dijo uno de los que llevaban traje protector.
-  La llamamos Méresis, la que nació de la luz y hace nacer la luz en ella. Últimamente, por la tribu se oyen palabras como Arsin, ángel de la muerte o Reaken, destructora de vida. De ella aprovechamos todo lo que nos da, tenemos pantallas que envían la energía provinente de los rayos ultravioleta de 2ª categoría, por todas las infraestructuras de Sustramer. La contribución más importante de Méresis es la interesante cantidad de ondas gamma que emite, haciéndonos lo que somos, mutantes intelectualmente superiores. – respondió el Sirin, es decir, el enviado, dejando a sus interlocutores boquiabiertos.

Pasaron horas y horas dialogando, preguntándose dudas los unos a los otros. El Sirin se mantenía audaz y fuerte, mientras que los dos militares ya empezaban a impacientarse e, incluso, a bostezar para sus adentros; así fue como volvieron los seis humanos, por instinto de supervivencia, a la nave.

En otra parte del planeta, Numer veía por holograma lo que había ocurrido con los humanos; él era como cualquier Sirin, únicamente tenía la peculiar costumbre de escribir aquello que veía o intuía que iba a suceder; como he dicho antes sólo un Serenus en todo Sustramer era visto como una especie de Oráculo, ya que, pese a ser una especie superior, los Serenus provenían de los primeros humanos que habían descubierto el viaje superlumínico, por lo tanto, no todas las situaciones que se les presentaban a los Sirin eran accesibles a sus capacidades, por ello, necesitaban a alguien que les guiara hacia la resolución más constructiva del problema. De ello se encargaba Merkunsin, que para los humanos sería el Anciano Alado nacido y dotado por y para la luz. Pese al nombre, no era en absoluto un anciano, aparentaba una edad post adolescente. Se decía que había surgido de los primeros rayos de Méresis, vagabundo de la galaxia, portador de sabiduría; aquel cuya existencia es reconocida gracias a su encuentro con aquellos seres que se movían más rápido que él; los cuales decidieron, al encontrarlo, serle fieles y plantar raíces allí donde el Gran Anciano les sugiriera, aquel planeta que ya conocía de antemano. Así fue como la civilización, poco a poco se fue asentando y olvidaron los secretos y las necesidades del vuelo superlumínico.

Numer, después de visualizar con detenimiento la larga conversación de tres horas y cincuenta y cinco minutos terrestres, calibrado que él ignoraba debido a una de las Grandes diferencias entre los Sirin y los humanos, se dio cuenta de que todas las preguntas de los nuevos visitantes habían sido dirigidas hacia el estado de las defensas planetarias, el de las armas de asedio de la civilización y, sobretodo, las diferencias biológicas de los Sirin entre ellos, y la riqueza mineral del planeta. Vio ciertas peculiaridades en aquellas personas, hechos visuales que no le habían sido explicados previamente por el Gran Anciano, el que le había hablado de aquellos vecinos galácticos lejanos hace mucho tiempo.

Hubo dado vuelta y un quinto, Sustramer, a sí mismo, cuando la nave volvió a aterrizar en terreno Sirin de grandes ojos penetrantes. Esta vez, los cuatro eruditos acudieron solos, sin hombres armados que los escoltaran. Uno de ellos, posiblemente, el que mostraba menos secuelas de degradación corporal y mental, no llevaba traje protector y dejaba a relucir una piel bronceada y una pequeña pulsera en su brazo izquierdo. Jamás hubiera imaginado que gracias a un detalle tan insignificante y trivial, llegaran a descubrir tanto de aquellos seres que siempre se mostraban serenos. El Sirin lo señaló, se le acercó tranquilamente y con una voz que no remarcaba ni enfatizaba, empezó:

-    Humano…, discúlpame…- fue interrumpido.
-    Llámame Ken, si…- también siendo interrumpido.
-    ¿Vienes a destruirnos, quizá? ¿Con intención, al menos?- dijo el Sirin sin mostrar sobresalto alguno.
-    ¡En absoluto!- gritó Ken impresionado por el cambio de tono que había tomado la conversación.
-    Pues si así es, que lo veo en tus ojos, déjame llamarte Nuken, sino serás mal visto por todo Sirin que venga a recibirte.- explicó el Serenus.
-    No hay problema en ello, si bien me decís vos el vuestro.- contestó Nuken de inmediato.
-    Mi nombre es Sirin Ulamer, el que ve la luz con los ojos. – se presentó, aquel ser con aquella mirada tan penetrante.
-    Bien, Ulamer. ¿Qué me querías preguntar?
-    Mis ojos no han podido evitar observar la cinta con símbolos que llevas en la iracada, es decir, en la extremidad superior izquierda.- puso de manifiesto Ulamer.
-    ¿Esto?- exclamó Nuken con expresión incrédula- ¿Esta baratija de la Tierra? ¿No sabes que es un reloj?
-    ¿Reloj? Tiene la misma raíz léxica que la palabra que usamos para designar a los mecanismos internos de las antiguas placas meresiales. ¿Es una especie de mecanismo que te da movilidad a la iracada y te muestra la fuerza que ejerce el músculo lesionado?- preguntó, dejando a los presentes entre sorprendidos y al borde de un ataque de risa.
-    ¡Oh, no! No tiene esa utilidad. La medicina moderna de la Tierra no es tan avanzada. Un reloj sirve para indicar en cada momento la hora, minuto y segundo relativos al movimiento de la Tierra alrededor de su eje de giro, mientras gira a su vez alrededor del Sol. El tiempo controla el nivel de vida que llevamos, e incluso en el espacio, debemos seguir el patrón de nuestro planeta natal.
-    ¿Me estás intentando decir, que esa cinta contiene dígitos que van cambiando en intervalos de Rea de valor constante? ¿Y qué esos dígitos condicionan vuestro libre albedrío?- preguntó paulatinamente Ulamer.
-    Dicho así, suena muy deprimente. La inevitable muerte nos hace cuantificar nuestra vida y nuestros actos. Conociendo nuestro intervalo de vida, sabemos si hemos aprovechado nuestro tiempo y cuanto nos queda por aprovechar, de otra manera la civilización humana no avanzaría. Es tan importante el tiempo, que ha creado, tras de sí, un aura de superstición, como si tuviéramos que adorarlo como a un dios.- comentó Nuken.
-    ¿Un dios es aquello que asociáis a la creación de todo?- preguntó el Sirin.
-    Algo así. No te daré detalles, pues es un tema del que no disfruto hablando. Te diré, respecto al tiempo, que se tenían en tiempos antiguos, tradiciones, momento en que la Tierra empezaba y acababa de dar una vuelta alrededor del Sol, en las cuales los individuos dejaban al azar sus vidas o recurrían a rituales simples para que el tiempo que les quedaba por recorrer fuera próspero y abundante.- relató Nuken, con la ayuda de sus, anteriormente, aprendidos conocimientos de la vida en la Tierra.
-    Así que vuestra mortalidad os condiciona a ordenar vuestras vidas, eso implica que la preocupación por desperdiciar la vida implique que en cada momento desperdiciéis el tiempo y ello, os hace crear un sistema arbitrario temporal. Un sistema arbitrario, reitero, el cual no os hace ver que por mucho que dejéis al azar vuestras vidas, no serán realizadas, sin esfuerzo de por medio. El miedo a la muerte hace que desperdiciéis vuestras cortas vidas con simples rituales que no llevan a nada, mientras podríais disfrutar cada momento de la libertad que os brinda el libre albedrío. Vuestra vida es como la realidad que vosotros, los humanos, impregnáis de matices, para hacer pensar que ésta no existe. No es así, la vida como la verdad, existe, solo hay que saberla ver y sentir en la mente y no con los ojos.- sentenció Ulamer, con la calma que caracteriza a los de su especie. Después de tal discurso, los cuatro humanos quedaron tendidos en el suelo, con intención de levantarse para volver a la nave, cuando el Sirin preguntó:
-    ¿Por qué habéis decidido huir de vuestro planeta?
-    La vida en la Tierra es poco viable, hay superpoblación y un clima que cada vez roza más la inhabitabilidad. Sólo sirve para la explotación de metales pesados y uranio, con el peligro que éste último conlleva. En veinte años, que es lo que se tarda en llegar a la velocidad de la luz desde aquí, será totalmente despoblado. Los humanos buscamos planetas donde hacer crecer nuestra civilización. Dime, Sirin. ¿Cómo puedes hablar tan tranquilamente del tiempo y la muerte sin temerlos a ambos?
-    Debo decirte, nuevo visitante, que aquellos que vivimos bajo la influencia del Astro Méresis, nacimos en su día, para no morir jamás. No anhelamos la reproducción, por suerte; y siempre reina, lo que tú llamas armonía, entre nosotros, ya que no tenemos palabras para nombrar ni lo dicho ni lo opuesto; puesto que aquí no existen.
-    No hay nacimiento, no hay muerte: no hay caos.- dijo la mujer que iba al lado de Nuken.

No hubo necesidad de negociaciones, la necesidad de unos se mezcló con la de los otros; un mes terrícola después, ciento cincuenta y tres naves salieron de la órbita de Sustramer, en dirección a la Tierra, a la velocidad de la luz. En ellas, tres cientos seis Serenus, tres cientos cinco Sirin y Merkunsin, marchaban de su irradiado Sistema de Méresis hacia otro paraíso radioactivo, la Tierra. Un viaje de veinte años, en cuyo destino encontrarían un planeta vacío, salvaje, con especies animales que deberían adaptarse a una nueva, pero no extensa, civilización extraterrestre. Por el otro lado, en dos meses, Sustramer ya volvía a estar poblado de nuevo, mucho más poblado. Las naves superlumínicas habían llevado a miles de terrícolas hacia su nuevo hogar, adaptado previamente, para sobrevivir a las mortales condiciones radioactivas.

Mientras tanto, el tiempo seguía avanzando, habían pasado veinte años y allí estaba, en la nave Recol,  Numer, que seguía sin saber que escribir. En aquella nave, también iba Merkunsin, con el cual fue a hablar.

-    Dime, oh, gran Merkunsin. ¿Qué me ocurre? ¿Por qué no sé qué escribir?
-    Piensa, mi querido Numer, que el escritor es aquel que lleva la oscuridad allí donde hay luz. Con su tinta llenas infinitos puntos del blanco papel de infinitos puntos de oscuridad; tú decides cual es el siguiente paso y que ocurrirá a continuación. Cierto es que no conoces el tiempo, pero bien sabes que los hechos tienen un orden de acción, pero únicamente tú escoges si primero escribes el principio o el final. Escribe y lo que resulte, será lo que ocurra. Eres el creador de historias, destructor de mundos.