Hoy
me he levantado con sensaciones bipolares. Por un lado, me he encontrado un
paquete que llevaba semanas esperando, con algunos ejemplares de mi primera
novela dentro. El acabado me ha fascinado, colores intensos, brillantes, el
lomo bien definido, la contraportada y las solapas con una buena resolución. Un
buen trabajo. Por otro lado, viajando por la red, he encontrado una entrada de wikipedia llamada Corruptódromo, donde se enumeran cientos de casos de corrupción en
ayuntamientos de nuestro país desde el año 2006. Debo confesar que he pecado de
inocente todos estos años, pues es evidente que los casos que nos muestra la
televisión han sido pocos en comparación con el número real de fraudes al
tesoro por el que tanto nos piden que nos sacrifiquemos.
Anécdotas
de mi estupidez a parte, me gustaría seguir con el tema que tan importante me
parece para el futuro de nuestros hijos, ya no sólo los nuestros. Esta noche he
seguido pensando, después de un largo día de trabajo en el laboratorio, en las
posibles vías de acción que tenemos para hacernos oír en ayuntamientos y
parlamentos.
Después
de darle muchas vueltas, me he cuestionado qué debe hacerse para optar a la
alcaldía de un municipio o ciudad. La cuestión residiría en sí es necesaria una
inversión económica elevada para ser candidato en las Elecciones Municipales.
He pensado en las dificultades que existen al dirigir un núcleo y también, lo
fácil que podría llegar a ser hacerlo mejor de lo que se está haciendo ahora
mismo, en muchos sitios. La cuestión reside en llevar el mensaje al pueblo, en
hacerles ver que tenemos las mismas inquietudes y, aunque en cada ayuntamiento
nos encontraríamos con problemas logísticos por culpa de la nefasta situación
económica, una buena optimización de los puntos fuertes de cada territorio
haría posible hacernos salir de nuevo a flote.
El
problema que reside en España es que nos han hecho creer que hay una barrera
inexpugnable entre el votante y el político. El pueblo peca de modesto, muestra
una autoestima mermada por la cultura que nos viene de las guerras civiles y
los latifundios, entre otras cosas. Creo recordar que hay licenciados y
graduados, ingenieros y técnicos suficientemente cualificados para llevar la
economía, la industria, la educación, la sanidad y demás puntos fuertes de una
sociedad con total transparencia y efectividad, siendo concientes de la falta
de ética de la corrupción. Todos ellos, muy probablemente, ahora mismo estarán
en el paro o opositando por un puesto, luchando contra miles de personas en la
misma situación.
Os
pido que me ayudéis a entrar en los ayuntamientos, hacer ruido, ver quien mueve
los hilos y pintar esos hilos para que todos veamos que quieren hacer con
nuestras vidas. Os pido que dejemos los complejos a un lado y les plantemos
cara. Es el único modo de evitar la represión, pues la represión jamás caerá
del lado de la política, el yugo sólo se muestra imperturbable contra el
pueblo. Así pues, convirtamos al pueblo en la política, para de una vez por
todas decidamos que es mejor para nosotros.
Por
último, quiero confesarme profundo enemigo de cualquier persona que se deje
corromper por el dinero. Para mí, no hay ser más despreciable en una sociedad
que el que se cree con la superioridad suficiente para recoger los frutos del
vecino y rompe el trato por el que todos podemos vivir sin matarnos los unos a
los otros, a manos de la selección natural.