Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

lunes, 20 de febrero de 2012

El pescador y su perro


En una tierra muy lejana, vivían José y su perro Pulgo en una pequeña aldea pesquera. José, que necesitaba pescar para sobrevivir, tenía una pequeña barca de remos con la que salía en busca del preciado pescado azul, en compañía del incondicional animal. Los días que no pasaba rodeado de agua y redes, José encontraba refugio en una hermosa y bien pintada casa de madera, que se encontraba en un desfiladero tangente al mar y a unos metros de un lago enorme que lo separaba del centro de la aldea.

Un día, quedándose anonadado por el sonido de la brisa que golpeaba tenuemente contra el desfiladero, José durmiose mientras navegaba por las intrincadas olas del mar. Durmió tanto tiempo, evadido de los ladridos de su fiel can, que la barca alejose mar adentro y al despertar, no reconoció el mundo que lo rodeaba. Grandes bancos de peces revoloteaban a izquierda y derecha de la pequeña embarcación. Los ojos de José intentaron salirse de sus cuencas al ver semejante botín y púsose manos a la obra. Red va y red viene.

Pasadas las horas, el cansancio hizo mella en sus pesados músculos y el peso excesivo del pescado cargado en la barquita, hizo que ésta se tambaleara cual cuna de bebé. Tales sucesos llevaron al pescador a sumirse de nuevo en un profundo sueño, mientras el movimiento sedante del transporte se convertía en un torrencial movimiento oscilatorio que acabó por devolver todo el pescado al agua.

Al despertar, las ropas del pobre hombre rebosaban agua por doquier y un horrible sabor amargo recorría la lengua del mismo. No obstante, no sólo fue la sal la que amargó el espíritu de José, pues sus ojos veían impotentes como Pulgo lo había mantenido a flote durante horas, bajo la barca que había cedido ante el incesante oleaje. La luz del sol atravesaba las rendijas que había provocado la violencia del mar en la poco consistente superficie de madera.

Agotado, con las últimas fuerzas que le quedaban, consiguió ayudar a Pulgo a salir de allí y buceando hacia el otro lado de la madera, abrió, inyectados en sangre, sus doloridos ojos y la sorpresa llegó a él como en un sueño. Estaban ante el desfiladero, estaban ante el dulce hogar y José no pudo más que echarse a llorar por su gran fortuna. Ambos empapados salieron del agua y quedaron unos segundos a merced del suelo, tumbados. La lengua de Pulgo describió un movimiento ascendente desde la boca hasta la nariz de su amo y éste, enternecido lo abrazó, miró al lago que lo separaba de la aldea y le dijo a su compañero:

"Amigo mío, la vida nos da lo que necesitamos, si sabemos buscarlo y lo que el hombre y el perro necesitan no va más allá de la línea del horizonte. Por eso mismo, el mar nos engaña con su gran magnificencia, haciéndonos creer que necesitaremos algo más que lo que el lago nos ofrece. No queramos pues caer en la trampa de Neptuno, por culpa de no saber cuales son nuestras limitaciones."