En uno de los muchos Universos
paralelos que habitan el todo y la nada de la imaginación humana, una deidad
todopoderosa, cansada de oír siempre las mismas historias y de leer novelas de
ciencia-ficción que siempre seguían la misma trama, decidió dar un toque
azaroso a la Tierra
del Universo Paralelo Once, también conocido por las demás deidades como UPO
(dado que el Universo Paralelo Ocho había eclosionado por lo mal estructurado
que estaba el tejido físico-matemático de éste, no cabía opción a la confusión),
para huir de la rutina. En términos literarios, nació la novela
pseudo-histórica, puesto que ciencia-ficción histórica no era del agrado de la
deidad (Cabe esperar, por otro lado, que en la Tierra de UPO, surgiera
algún escritor que, con un alarde de imaginación, creara la esperadísima novela
pseudo-científica, dejando a la deidad de UPOcho con tres palmos de narices. No
obstante, esto no nos atañe en esta historia).
Así pues, el creador de la Tierra UPO , con la ayuda del
Manual de Desarrollo Interuniversal que, a diferencia del Dios de UPOcho, toda
deidad debía usar para tener un próspero Universo, se encargó del
desprendimiento de una gran masa de la Tierra , para la formación de su propio satélite
que ayudaría en el control de mareas y controlaría los hábitos de reproducción
de la fauna del planeta, mientras éste siguiera madurando. Esto, entre otras
muchas cosas que no vienen a cuento. Pasados únicamente tres mil millones de
años terrícolas, el todopoderoso decidió que la escala evolutiva que seguían
las especies orgánicas de la Tierra UPO
ya estaba preparada para dar el antepenúltimo salto, el homo sapiens. Así fue
como los primeros vestigios de la humanidad surgieron en la superficie
terrestre tres mil años después de la formación del planeta; un planeta joven,
con un relieve mucho menos escarpado del que se pudiera conocer en las Tierras
de los Universos de numeración inferior (pues al ser paralelos, no tiene
sentido hablar del que existió antes o después; en términos de tiempo paralelo,
se habla de conjuntos decauniversales[1]).
Puesto que conocía las dificultades que
iban a sufrir los humanos en una Tierra tan poco trabajada por el tiempo,
decidió concederles estabilidad climática y abundantes recursos para agilizar
el camino que les llevaría a la agrupación de grandes civilizaciones
enfrentadas. Durante este periplo, aparecieron hombres y mujeres de diferentes
etnias, dejando su huella allí por donde pasaban, por su naturaleza nómada, en
forma de inscripciones y mapas, reliquias y otros secretos que algún día, los
grandes líderes usarían en favor de sus compatriotas.
Pasaron siete u ocho siglos, hasta que
al fin, a falta de cuatro mil años para que la deidad enviara uno de sus
lacayos[2] a
inspeccionar la Tierra UPO
y entregarle un informe detallado al undécimo simultáneo creador; ocho grandes
núcleos culturales aparecieron de entre la barbarie (no del todo desaparecida)
que acechaba la anárquica superficie terrestre. Cansado de siempre oír las
mismas leyendas sobre aquellas ocho civilizaciones y sus respectivos líderes,
decidió intercambiar algunas de las posiciones geográficas de las grandes
capitales, para así llegar a su propósito: la pseudo-historia de la humanidad.
De entre las ocho civilizaciones,
encontramos a los luchadores y sabios griegos, a la aguerrida tribu de los
Songhai, a los místicos hindúes, al imperecedero imperio persa, a los fanáticos
y grandes pensadores árabes, a los temibles aztecas, a la inteligente y
trabajadora China y al visionario y constructor Egipto.
A pesar de ser el gran constructor de
todo aquel mundo, la deidad no tenía intención de seguir las historias
simultaneas de los ocho líderes, así pues, dejó al azar escoger la civilización
que le narraría el transcurrir del camino de la humanidad y le dio el don de la
inmortalidad a su líder: y ese fue Ramsés, el, a partir de ahora, imperecedero
líder egipcio (el cual sólo moriría si su civilización era destruida durante el
transcurrir de la pseudo-historia).
[1] Los diez Universos Paralelos de numeración inferior
(desde el UPUno hasta el UPDiez), desarrollaron la humanidad en una Tierra de
edad comprendida entre los cuatro y los cinco mil millones de años.
[2]
Hablaremos, a partir de ahora, de años antes (a.L.) o después (d.L.) del
Lacayo.
Año 4000
a.L.
La
creación del rompecabezas civilizado
Acompañado
de un ejército de fuertes guerreros y con la ayuda de mis sabios
consejeros, he asentado las bases del pueblo egipcio en la tierra que
el creador nos ha entregado. Cercano a un río de cristalina agua,
rodeada de bosques repletos de ciervos y tundra, avistando a lo lejos
altas montañas, yo, el gran Ramsés, he fundado Tebas, capital que
pronto será conocida y reconocida desde los más recónditos lugares
de estas tierras por nuestra gran visión para la expansión y la
construcción de maravillas nunca vistas por el ojo humano.
Establecido
mi suntuoso palacio sobre la cima de la colina de la floreciente
Tebas, he decidido construir monumentos para acrecentar la belleza de
las calles de ésta, nuestra ciudad. Mi imponente grupo de guerreros
ha sido enviado a explorar la zona circundante con la compañía de
mis más fieles cartógrafos para analizar el terreno y recuperar
antiguas escrituras de nuestro anterior asentamiento. De entre mis
consejeros, he mandado al más lúcido de ellos a agrupar información
de posibles innovaciones que pudieran llevarse a cabo en los campos
para agilizar el crecimiento del pueblo egipcio.
. . .
3985 a.L.
Sesenta estaciones[1]
han transcurrido ya, desde que llegaron las ancestrales escrituras
encontradas por mi ejército en nuestro anterior poblado y, al fin,
hemos podido conocer la presencia de tres campamentos de amotinados
bárbaros que nos rodean por noreste, sureste y suroeste, a los que
nos tocará enfrentarnos si queremos seguir expandiéndonos por esta
tierra vil y peligrosa.
He decidido
enviar a mis tropas hacia el suroeste, para luchar contra el enemigo
y evitar así, la lucha cerca de nuestra capital. El camino que les
espera es largo y ardua es la faena que se les ha encomendado;
marcharán dejando atrás una ciudad que irá creciendo en su
ausencia, mientras sus mujeres e hijos esperan el regreso de los
guerreros sanos y salvos. Aún así deben saber que las
circunstancias no son nada alentadoras: se ignora por completo que
les depara el camino y se cree que el viaje a tierras enemigas durará
unas doscientas cuarenta estaciones, en el caso de que no surja
ningún imprevisto. Algunas mujeres se han decidido a ir con los
guerreros para satisfacer deseos carnales y criar y alimentar a los
hijos de éstos, que lucharán pasado ese largo tiempo por el honor
de sus padres y de su tierra primigenia, la cual muy probablemente no
verán jamás.
Por otro
lado, sigo pensando la manera de agilizar las campañas militares
para evitar repetir estas situaciones en batallas futuras. Ahora sólo
espero salir victorioso de ésta, nuestra primera prueba de fuego, en
nombre de la magnificencia humana. Mis consejeros siguen trabajando
duro.
[1]
En los inicios, antes de la innovación del calendario, el tiempo se
contaba en estaciones, que equivalían a una cuarta parte del tiempo
que tarda la Tierra UPO en dar una vuelta alrededor del Sol UPO.
. . .
3955 a.L.
Llegan nuevos informes del frente; al oeste de Tebas se han
encontrado más bosques que ofrecen resguardo a ciervos salvajes que
ayudarían al crecimiento demográfico de nuestra civilización, si
lográramos expandirnos, agrandando las despensas de mis
conciudadanos. Aun así, nuestro sistema de caza parece poco eficaz
para la obtención de este bien animal, por lo que mis consejeros me
proponen mejorar nuestras armas, lo que llevaría a un nuevo avance,
también, en materia militar, aumentando así nuestra fuerza ofensiva
y dándonos la posibilidad de anticiparnos al ataque enemigo a largas
distancias.
Por otra
parte, debemos empezar a pensar en nuevos métodos para almacenar
alimento que agilice el crecimiento de la población de Tebas, para
así expandir nuestra influencia en los territorios circundantes y
hacer crecer las fronteras de la ciudad, soñando así con novedosos
edificios que colmarían de majestuosidad lo que antaño fue una fría
y hostil colina.
. . .
3940 a.L.
¡Oh, maldición! El mar se interpone entre
mis tropas y nuestros enemigos bárbaros. El viaje se alargará
varias estaciones más: la desesperación y la crispación se leen en
los ojos de los jóvenes guerreros que esperaban ansiosos la
inminente batalla. Quién sabe si sus hijos serán los que luchen, al
fin, por el nombre de Egipto. No obstante, debo mantener fría la
cabeza y analizar la nueva situación. Por ahora, tenemos terreno
libre para explorar y, muy probablemente, para fundar nuevas ciudades
colindantes con Tebas.
. . .
3895 a.L.
Superadas las cuatrocientas estaciones de
historia egipcia, al fin, mis tropas dan con el camino que les
llevará a una grata victoria o la más cruel y desagradecida de las
muertes. Siguiendo el río que pasa por en medio de Tebas, en
dirección oeste, superando por el sur la cordillera donde nace
susodicho río, mis hombres han encontrado las ruinas de algún
antiguo reino. Un reino desbordante de sabiduría, los secretos de
los cuales han llegado a mí, para mejorar el bienestar de mi pueblo.
Dios en su inmensa grandilocuencia nos ha mandado el secreto de la
tradición de los pueblos, algo con lo que engrandecer el orgullo de
los egipcios por su tierra y que pone en letras doradas la cultura
que de ellos pueda impregnar a los peregrinos que algún día quieran
vivir entre nosotros. Así pues, ¡orgullo y satisfacción, dando
grandes y mejores cosechas!
¡Y ahora,
en camino, guerreros míos, que el enemigo está cerca!
. . .
3835 a.L.
Dado el largo tiempo que les ha llevado
llegar al campamento bárbaro, mis guerreros no se han dejado llevar
por las prisas y han dado cuenta de un tesoro en las cercanías del
asentamiento enemigo. Jamás dude civilización alguna, que el
sacrificio de un soldado egipcio es en vano. Pasados cientos de
estaciones, la batalla ha comenzado. ¿Cuál será el resultado? Se
masca la tensión en las calles de Tebas a espera de la llegada de
noticias alentadoras.
. . .
3820 a.L.
-3730 a.L
Una
batalla para la prosperidad
De
cada diez soldados, siete contingentes egipcios han caído ante las
cuatro bajas enemigas; la esperanza entre mis hombres es casi nula,
mientras esperan los cuidados del equipo de curanderos y de sus
esposas. Ahora la única opción es esperar a que los nuevos
chiquillos guerreros solventen su adiestramiento y pongan la
contienda de nuestra parte. ¿Cuánto puede durar esta guerra?
. . .
La
estrategia empieza a dar sus frutos. Mis tropas igualan a las del
enemigo y la moral bárbara se está viniendo abajo, mientras que,
cada día de batalla, mis hombres conocen mejor el territorio y a sus
enemigos, los que a mi entender, caerán al fin en nuestras manos. He
aquí el noble arte de la guerra. La experiencia en batalla crea la
diferencia entre dos ejércitos que, en principio, no tenían nada en
especial el uno frente al otro.
. . .
Pero una
vez más, me equivocaba. Mis hombres han caído en combate y sus
mujeres e hijos han sido capturados por nuestros enemigos. ¡La ira
de los dioses caiga sobre ellos! Ahora debo esperar para rearmar mis
tropas en Tebas. Ciudad luchadora sin duda, que no frena el
crecimiento de sus fronteras ante la adversidad. Mil estaciones
avalan al gran ejército que ha dado su vida por el crecimiento
económico y social de su pueblo; siempre recordado y venerado será,
inmortal ante el paso del tiempo y de los ojos de unos dioses que los
han ayudado y vigilado hasta sus últimos días. Egipto os da las
gracias, grandes guerreros, pues vosotros formáis parte de él y
enriquecéis el orgullo de ésta floreciente civilización, pues ha
crecido como no lo hubiera hecho sin vuestra ayuda. A partir de
ahora, todo costará mucho más que ayer, pero mucho menos que el día
que salisteis de Tebas. Las estaciones pasarán y hablarán por mí.
. . .
3655 a.L.
Varias generaciones se ha hecho esperar, al
igual que las obras de nuestros monumentos siguen su curso (aunque
pronto finalizarán), la población de Tebas se ha visto aumentada al
imponente número de seis mil almas que pueblan y trabajan la tierra,
dándonos alimento, oro y piedra para la finalización de las
construcciones necesarias para llegado el día, ser temidos y
bendecidos por nuestros enemigos y las nuevas civilizaciones que
pudiéramos encontrar a lo largo del suelo compartido de la physis
que nos rodea. En sesenta estaciones, las
calles de Tebas brillarán con luz propia. Una nueva luz de grandeza
y majestuosidad
. . .
3640 a.L.
Al fin, nuestras calles despiertan envidias
entre los nómadas que llegan y se van continuamente de Tebas,
trayendo historias de lejanas tierras gobernadas por otros dignos y
sabios líderes. El puente que comunica la capital con el norte ha
sido concluido con éxito y al río que cruza se le ha llamado Itero,
que en nuestra lengua maternal significa “Gran Río”.
Es tiempo
de agilizar la investigación en cuestiones de caza de ciervos, pero,
por ahora, las pruebas se siguen centrando en el cultivo y en la
pastura de animales. Mis consejeros me informaron que necesitarían
solo dos generaciones para llevar a cabo el desarrollo de innovadores
métodos de control de bestias rumiantes. Por ahora, toca esperar,
mientras es posible que el peligro aceche a mis buenas gentes, que
sin embargo, defenderán cada piedra de su ciudad. No estamos
indefensos y puede quedarles claro a nuestros rivales, que jamás lo
estaremos.
. . .
3625 a.L.
¡Alerta! La primera prueba de fuego se
acerca por el suroeste, familias enteras refuerzan sus hogares y los
guerreros interrumpen su entrenamiento para expulsar a los bárbaros
de nuestras tierras. No obstante, la ciudad es inexperta en el arte
de la lucha y el enemigo aguanta estoicamente las primeras acometidas
de mis guerreros, artesanos y constructores para borrar de la mente
enemiga la intención de asediar Tebas.
No me
dejaré llevar por la desesperación; por ahora. No obstante, pronto
habrá suficientes personas en la capital como para hacerla emigrar,
si es preciso, para formar nuevos núcleos y ciudades por si
tuviéramos que dejar atrás nuestra amada capital. Aunque sin duda,
al caer mi querida y amada Tebas con sus maravillosas calles y
puentes, un humilde, inmortal y fiel servidor del imperecedero Egipto
caería con ella; dando por finalizada una vida de agradecido
sacrificio. Pero antes…
¡Sentirán
los retumbos de mi ira caer ante sus cabezas!
. . .
3595 a.L.
He aquí Ramsés, señor de Egipto. Dadas las
circunstancias en las que nos encontramos y reconocido en mis últimas
palabras una nueva sensación en mi interior y en el de mis
ciudadanos, he dado a conocer a mi ejército el significado real del
honor, de la necesidad de dejarnos en esta guerra hasta la última
gota de sangre, hasta el último suspiro contra el asedio anárquico
de los bárbaros. Ahora somos más fuertes contra nuestro mortal
enemigo que ya repliega sus tropas entre los campos de Tebas. ¿Será,
ésta, la última página de la historia de la civilización egipcia?
. . .
3550 a.L.
El enemigo ha caído. Viéndose asediada,
Tebas ha dado al mundo la imagen que todos esperábamos de ella. No
sólo se ha defendido y ha salido victoriosa, sino que, además, sus
fronteras han crecido debido a la presión que ejercía la presencia
bárbara en los campos cultivados y no aprovechados del sur de
nuestro territorio. La expansión se va concretando poco a poco,
haciendo que algún día los demás pobladores de estas tierras
sientan la frustración que significaría la irreversibilidad de
nuestra presencia imperturbable en la faz de la Tierra.
3520 a.L.
"Y Abel
fue pastor de ovejas,
y Caín
labrador de la tierra.
(...) Abel
también trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor
de ellas.
(...) Y
Jehovah miró con agrado a Abel y su ofrenda,
pero no miró
con agrado a Caín ni su ofrenda."
La Biblia.
Abel y Caín. 1:4
El inicio
de la era del pensamiento es un hecho, pasadas ya muchas estaciones.
Mis eruditos han dado con la manera de amansar a las bestias y de
construir granjas donde obtener leche, carne y lana de reses y
ovejas. Desde tiempos antiguos, sabemos que los caballos son una gran
baza estratégica de cara al trasporte y al desarrollo de las
batallas. Espero, por el bien de mis queridos intelectuales que su
domesticación sea posible de cara a más grandes objetivos. Por
ahora, todo va por el sendero correcto, el que nos llevará a ser
dioses terrenales.
Así dicho
por el gran Ramsés, ya podemos concentrarnos en otros asuntos, visto
que necesitaremos nuevos lugares donde almacenar el excedente del
alimento que los nuevos desarrollos nos darán. Mis hombres ya están
trabajando en ello.
. . .
3460 a.L.
¡Mis hombres están preparados! La
exploración seguirá su curso, después de tantos contratiempos y
del transcurso de tantas primaveras. Hoy parten para no volver,
posiblemente, como ya hicieron otros en su tiempo, un grupo de
expertos exploradores y valientes guerreros. Así pues, teniendo
contento momentáneamente a mi consejero militar, la experta en
problemas internos me aconseja formar a fuertes constructores y
trabajadores para mejorar el estado de las cercanías de Tebas y
poder aprovechar los recursos que esta tierra nos reserva ante la
impasible mirada de los invisibles límites de la influencia de la
más grande de las capitales. ¡Pongámonos a ello!
El primer
informe de mis soldados es altamente gratificante. A escasa distancia
de nuestras fronteras en dirección este respecto a Tebas, se ha
encontrado un yacimiento de deslumbrante mineral plateado que
deberíamos pensar en explotar cuando nuestra influencia crezca; pues
ahora no resulta sencillo llegar sin asumir un gran peligro. Además
debemos pensar en una manera de trabajar la mina en continuo. ¡Iré
a darles prisa a los estudiosos! Aunque creo, que nos llevará mucho
tiempo, dadas las múltiples necesidades de mi pueblo y el lento
desarrollo de la ciencia.
. . .
3430 a.L.
Al doble de distancia que se encuentra la
plata de Tebas, que en un alarde de imaginación hemos llamado Colina
de Plata, se ha encontrado en el litoral cercano a un gran mar, un
territorio repleto de orgullosos equinos, caballos de pura raza que
nos podrían ser útiles en un futuro no muy lejano. Me atrevo a
pensar que hacia ese mar debemos centrar nuestra expansión más
inmediata con la fundación de nuevos núcleos urbanos que nos
conecten con tan preciados recursos y nos acerque a la sabiduría que
nos puede dar el ancho mar.
Antiguos
textos han sido descifrados por mis eruditos y se nos ha dado a
conocer la posición de otros campamentos bárbaros de las cercanías
y el posicionamiento de una mina, tierra adentro, de blanco mineral;
mármol (el cual sigue apremiando a la prisa para aprender algún
modo de extracción, tanto de metales como de piedra).
. . .
3355 a.L.
Mis hombres han decidido seguir por la costa
en dirección este. Me daba la impresión que se iban a meter en un
lío, no demasiado lejos de donde se encuentran los caballos, la
plata y el mármol, y así ha sido. Un campamento bárbaro les
bloquea el camino y son vulnerables a un ataque, mientras fijan la
vista en unas ruinas milenarias que nos podrían dar algún gran
secreto. Es hora de ser cautos y vigilar la retaguardia. Y si no
hubiera más remedio, otra guerra nos espera a la vuelta de la
esquina, para limpiar de posibles peligros un rico territorio que
ansío tener muy pronto. No obstante, ese muy pronto, en términos
reales, es muy tarde en comparación con la media de vida de un
hombre o incluso dos o tres generaciones de ellos. En fin, es
necesaria la espera y agradecida la historia si aún nos mantiene en
pie, entre tanta hostilidad circundante.
La
estrategia de batalla, si se diera, deberá ser distinta a la que se
llevó a cabo en la primera contienda realizada hace años. No sólo
por el resultado nefasto, sino por el hecho que mis unidades
exploradoras no están tan preparadas ofensivamente como los
guerreros puros. No podemos estar excesivamente orgullosos por
nuestra fuerza miliar, ni de la actual ni la que hemos tenido en
todas estas estaciones; pero eso es sólo un efecto secundario de
haber centrado nuestra atención en otros aspectos importantes de la
organización de una nación que apenas tiene poco más de dos mil
estaciones de vida. Los inicios son siempre difíciles. Únicamente
cabe mirar que se estima que, dado que la población crece a un ritmo
de cuatro personas cada estación, cálculo que me ha llegado de
manos de mis más avanzados analistas, contando con el exceso de
alimento y la emigración-inmigración en las fronteras, por lo que
aún faltan tres mil estaciones para que Tebas doble su actual
población, si ningún hecho remarcable ocurre antes de dicha fecha.
. . .
3340 a.L.
Nuestros enemigos no se atreven a dejar su
campamento desvalido por un ataque que pudiera ser su perdición y
mis hombres han aprovechado la situación para hacerse con unos mapas
antiguos que nos han dado a conocer una península boscosa y toda
ella de espesa tundra, inmensa, que está situada al este de nuestro
territorio conocido y que nos nuestra una riqueza variada, tanto en
tierra como en el mar, con ciervos y abundante pesca cercana a la
playa. Nuevas reliquias han sido avistadas en los confines de la
península, hacia adonde se dirigirán mis tropas con determinación,
para volver y combatir a los bárbaros que les han dado tan grata
tregua en aquella tierra alejada de nuestras fronteras. No me cabe
duda, que existe la posibilidad de encontrar más hostilidades por el
camino. Únicamente pido que mis exploradores sepan moverse gracias a
los mapas recién hallados.
. . .
3280 a.L.
Han sido ya exploradas las ruinas del antiguo
poblado peninsular y, con gran sorpresa, mis hombres han encontrado
un pueblo con centenares de mujeres y niños necesitados de un líder
que los ponga en su sitio y les ofrezca vivir con garantías de paz y
estabilidad y un futuro próspero. He aquí, que se han querido unir
a mí, a mi pueblo. Se les ha dado instrucciones para llegar sanos y
salvos a Tebas y así, la población de Egipto verse aumentada
exponencialmente. Los años han pasado y estos nuevos habitantes han
catapultado nuestra demografía a niveles insospechados. Ya superamos
las quince mil almas y en sesenta estaciones, seremos ya veinte y una
mil personas, gracias a la incipiente tasa de natalidad y a la
inmigración de gentes de todas partes que han oído hablar tan bien
del nuevo nivel de vida egipcio.
. . .
3220 a.L.
Hoy es un día de tomar decisiones que
condicionarán el devenir de mis gentes. Debemos adoptar un nuevo
modo de gobierno, no del todo nuevo, actualizado diría yo, pero es
necesario sopesar todas las opciones que hay sobre la mesa: podemos
favorecer los trámites para llevar a cabo grandes construcciones en
un menor intervalo de tiempo; podríamos revalorizar el código
honorífico de los altos mandos militares, o bien, podemos reconocer
la libertad de los hombres y agilizar nuestras aspiraciones de
expansión por entre los ocho puntos cardinales. Esta última opción
es mi preferida y, a pesar de las quejas de mis consejeros militares,
todos estamos de acuerdo que hay riquezas ahí fuera que esperan ser
dominadas por una civilización próspera y emprendedora como la
egipcia. Debemos mirar en esa dirección pues, en pos de la felicidad
de mi pueblo.
Por otro
lado, me preocupa sobremanera el estancamiento poblacional de Tebas.
Los campos son insuficientes para alimentar nuevos inmigrantes y el
número de nacimientos y de defunciones está equilibrado. Nos
encontramos en una etapa de transición en que el equilibrio reina en
mis calles, esperando la llegada de nuevos conocimientos y
desarrollos que colmen de comida nuestras despensas y de riquezas
nuestras tesorerías. Así pues, la llegada de trabajadores
especializados es necesaria, sin urgencia, pero hasta que llegue ese
día, mi pueblo sabrá que el mañana seguirá siendo un ayer
invariable.
. . .
3190 a.L.
Acabo de recibir nuevas desde el noreste
helado, donde mis exploradores han encontrado un nuevo campamento de
incívicos bárbaros. Estoy sopesando las opciones, pues para el
orgullo de los egipcios, es urgente el traerles las cabezas de esos
malditos norteños que resguardan una tierra nevada rica en piedra,
que bien podría usarse como estructura para nuestras futuras
construcciones. No obstante, el riesgo es algo y el cometido de mis
batidores no ha terminado aún; pues la tierra que nos rodea parece
infinita en las ocho direcciones del viento. Asumiré el riesgo y
esta vez no podemos perder, pero si la derrota es inminente, los haré
curar y huirán si no hay más remedio.
La primera
contienda se ha cebado con nosotros; sólo el diez por ciento de mis
luchadores ha sobrevivido, matando a la mitad de los fríos y
calculadores bárbaros. La retirada es la única salida, pero
esperaré al acecho, curando mis tropas mal heridas y volveremos al
ataque, sabiendo que ellos no pueden salir del campamento para buscar
remedios curativos y, conociendo la desorganización sanitaria de
estos pueblos anárquicos y salvajes.
3145 a.L.
"El torno
alfarero no es necesariamente la técnica
que mejores
piezas hace,
pero si la
mejor manera de aprender
a manejar el
barro."
Toni Birks
¡Cuán
distraído estaba con mis estrategas! Y a mis espaldas, el equipo de
eruditos de mi corte, ha dado, al fin, con una solución para el
desarrollo demográfico y alimentario de mis ciudades (por ahora una,
lo sé, pero eso va a cambiar muy pronto).
Han
desarrollado una manera sencilla de almacenaje de alimento en tinajas
y otros objetos de barro que conservarán la comida durantes más
tiempo, haciendo que pueda aprovecharse más del doble de lo que
ahora se podía conservar en los bodegones y despensas de las casas
de mis conciudadanos. Además de haber descubierto que los
recipientes hechos con barro ayudan a conservar el agua fría de la
evaporación, ayudándonos a llevar de aquí para allá el agua
potable del río Itero.
La
construcción de graneros será primordial para el crecimiento de las
ciudades y mi gobierno financiará la construcción de éstos allí
donde se necesiten, recuperando la inversión con la venta del
excedente producido por el nuevo método de conservación del cereal.
Además, debemos pensar en la inmigración que un nuevo granero
traerá a nuestras tierras, expectantes de poder trabajar nuevos
terrenos de trigo y fruto, alrededor de Tebas. Por ello, en cuanto
lleguen mis trabajadores, lo primero que haré será mandar construir
los primeros graneros y las primeras fincas circundantes a éstos.
¡Cuántas variables pueden llegar a existir que cambien el porvenir
de los humanos! Sigo asombrándome y alegrándome de ser uno de ellos
(y a la vez, ser inmortal para ser espectador de lujo de este
espectáculo social).
Pensando en
el futuro, en el caso que logremos expandir nuestras fronteras a
zonas ricamente dotadas de buen material de construcción y de
grandes minerales brillantes, he instado a mis pensadores a trabajar
en los planos de construcciones subterráneas, minas, que permitan la
extracción de mármol, piedra, plata y quien sabe que otro material
que pudiéramos encontrar adosado al interior del suelo que nos sirve
de apoyo para nuestros pies.
Y ahora,
después del éxtasis de estos prósperos tiempos, volvamos al campo
de batalla, donde, por suerte, mis hombres pueden recuperarse a
merced de la pasividad ofensiva de los norteños que esperan el
desenlace de esta sanguinolenta cruzada, aferrándose a su efectivo
entrenamiento defensivo evasivo.
. . .
3130 a.L.
¡Felices encuentros! El azar nos ha llevado
a conocer a nuevos vecinos que habitan nuestras mismas tierras. Hacen
llamarse hindúes, los pacíficos hombres de la India, como ellos se
han presentado, colmando mi vista de alegría ante tan majestuosa
presencia. Aunque quien sabe si me equivoco con esta civilización y
mis ingenuos prejuicios se vuelven en mi contra. Pero, por ahora, me
congratulo de conocer a estos buenos compañeros de la historia de la
humanidad, que espero tengan tanto que enseñarnos como nosotros a
ellos y podamos colaborar para hacer de los grupos humanos la envidia
de los dioses.
Mi
conversación con el enviado del Señor de la India ha sido
felizmente fructífera; he descubierto que aun y teniendo el mismo
poder que mi pueblo ostenta, la India no aprovecha tan bien los
recursos que tienen cerca y sus finanzas están lejos de las
nuestras. No obstante, no voy a alegrarme ni a deprimirme por ello.
El desarrollo temporal de un conjunto civilizado es complejo y ardua
la faena de llevar a cabo tales pretensiones de poder; así pues, si
por un lado estamos más avanzados, eso nos lleva a la conclusión
que ellos nos superan o igualan en tantas otras importantes facetas
que componen el total del intrincado laberinto que define a un
pueblo.
. . .
3100 a.L. Han llegado refuerzos al campamento
enemigo y debemos actuar con rapidez o éstos se echarán encima de
mis hombres como una jauría de lobos hambrientos. Mis hombres han
actuado sin dudarlo y han dejado bajo mínimos al pueblo bárbaro que
sucumbirá, poro fin, a mis manos ante la siguiente batalla,
esperando en vano la llegada de los refuerzos, que verán impotentes
como mi ejército se hace con el campamento y las riquezas que en él
han sido acumuladas.
¡Hoy es un gran día! Nuestra primera victoria en el
campo de batalla es un hecho. Y nadie sabe, a partir de ahora,
cuantas más caerán de nuestro lado. Tebas canta y baila la victoria
de aquellos intrépidos exploradores que dejaron su tierra para
engrandecer el poder de Egipto y, un día como el presente, enaltecen
los corazones de sus compatriotas que siempre recordarán la estación
en que el libro de nuestras vidas cuenta la primera demostración de
fuerza de los poderosos hijos del Itero, la estación que suma tres
mil seiscientas en el relatado viaje de una gran civilización. A
partir de hoy, cada cuatro estaciones se celebrará este día en
todos los recónditos lugares donde un alma salte de alegría por
formar parte de un colectivo que está por encima de la vanidad de
todo hombre o mujer, el egipcio.
Ahora, sólo me queda pedir a los dioses que les ayuden
a sobrevivir al frío y a los refuerzos bárbaros que fijan su
desquiciada mirada en la sangre de sus conocidos que se esparce por
los ropajes de nuestros héroes.
Rezar ha sido en vano; el ataque furibundo del enemigo
ha sido contundente y despiadado, dejando sin vida a todo mi agotado
contingente. Una doble sensación recorre las calles y plazas de la
capital que festejan y lloran las historias que llegan del frío y
gélido noreste. No debería decirlo, por respecto a sus almas, no
obstante, soy conciente que la exploración quedará interrumpida
indefinidamente, dejándonos de nuevo encerrados en nuestras propias
fronteras invisibles. Pronto llegarán los nuevos trabajadores y
constructores, haciendo que los tiempos de libertad vuelvan a Egipto,
de donde nunca debieron marchar.
Me dejo, por un momento, de absurdas lamentaciones.
¡Qué infantil he sido! Suerte de mi consejero de la tesorería.
¡Tenemos oro suficiente para contratar nuevos guerreros y
exploradores que sigan la tarea de nuestros caídos héroes. ¡Ahora
lo veo claro, maldita sea!
Según me dijo el enviado hindú, sus tierras se
encuentra en un lejano continente en la dirección contraria en la
que se habían fijado los anteriores objetivos de exploración. Hacia
esa nueva dirección haré moverse a mis hombres, ¡sin lugar a
dudas! Veamos que nos depara el camino y si es posible llegar a ver
tales majestuosas ciudades en las que habitan los buenos pueblos de
la India.
. . .
3010 a.L. Al parecer, el enviado hindú se ha
encontrado con un poblado bárbaro al sudeste de Tebas y la huida de
éste ha atraído a la barbarie nuevamente a las fronteras de nuestra
capital. Mi pueblo armado ha atacado al ejército enemigo y lo ha
dejado con la mínima fuerza posible (por si decidieran replantearse
la idea de huir), a merced de un posible nuevo ataque a distancia.
¿Cuál será el siguiente paso de los desquiciados y suicidas
bárbaros? ¿Llegará el día en que estas gentes prefieran el orden
al Caos? A mi gusto, preferiría el diálogo a la violencia, para
llegar a un convencimiento mutuo de cual es el mejor camino a seguir,
pero mientras sigamos en posturas tan distintas, sólo queda la
segunda alternativa para evitar las insurrecciones de mi pueblo y el
descontento por no evitar que el honor egipcio quedara en entredicho.
No obstante, hoy no será el día del diálogo y las conjeturas. Los
guerreros enemigos han sucumbido al segundo ataque y yacen ante las
puertas de nuestra ciudad; ya no hay nada que temer.
1 comentario:
Porqué ¨cristalina agua¨
¨ ¨ amotinados bárbaros
¨Dios grandilocuente
¨¨ciervos en Tebas¨.
Soy Mourinho jeje
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