Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

domingo, 27 de agosto de 2017

Improvisación (1)



Ágiles son las fuerzas que conspiran cuando dos miradas libres se encuentran. Libres de la atención ajena, libres de todo prejuicio, tanto propio como vecino. Rodeados de una nueva política, donde parece más prioritario perder nuestra humanidad en pos del establecimiento de nuestro ego, dos mentes difícilmente conectarán sino es en función de un interés materialista. Y esas dos miradas libres, ¿son el bien o el mal? ¿Dónde encontrarán, en este mundo, un lugar dónde expresarse?

Sin lugar a dudas, el momento en el que esas dos miradas se encuentran, el erotismo abstracto se hace erección etérea. No puede haber nada más puro, original, placentero, continuo. Emanará una combinación de conceptos que se quieren perder: confianza, sinceridad, naturalidad, instinto. Cual imán, las fuerzas conspiradoras ejercerán su labor, fluirán y con ellas, la penetración del alma ajena propiciará la eterna fusión y el egoísmo sucumbirá. Un beso no será un simple contacto, será la transformación física de la unión espiritual. Los labios se fundirán sin dejar espacios vacíos, las lenguas se entrelazarán en un contoneo rítmico, una mano buscará con suavidad el contacto con su imagen especular, mientras la vecina acariciará una mejilla, la cintura y todo aquello que encuentre a su paso. Cada milímetro cuadrado de piel deseará desembarazarse de la ropa - que la oprime -  y deslizarse a lo largo de la erizada superficie de su homóloga amada.

Puede que llegue el momento, en que una de las miradas libres desee obsequiar a la otra, con el don de la soledad. Puede que quiera aprender a amar por sí misma, sin una pérdida total de la individualidad. Puede que decida olisquearle el espacio intersticial entre el dedo anular y el dedo corazón del pie izquierdo. Pero, una cosa está clara, el premio de la sinceridad, la confianza, la compenetración espiritual es superior al placer vacuo, de un mundo materialista, donde nos vendemos cual mercancía por un poco de placer efímero.

miércoles, 21 de junio de 2017

Desvaríos (segunda parte)



Incluso cuando uno ha llegado a su límite, que siente que no puede más, cuando la mayor de las estupideces le parece la mejor salida, una huida factible, atractiva. Incluso bajo todas estas circunstancias, uno busca su momento de respiro, una imagen que le dé paz. No era mi tipo, o al menos, así lograba auto-engañarme. Además, pacífica lo justo, era más bien un vórtice de quejas, gruñidos y, alguna que otra, sonrisa malvada. No obstante, sabes que es una cortina de humo que esconde un amor reprimido, consecuencia del miedo a volver a ser dañada. 

Y ahora es cuando empiezan las divagaciones, volvemos a los desvaríos varios, en el justo momento que el color de sus ojos recorre mi memoria. Y la primera reflexión es: ¿Qué manía tenemos en volvernos locos únicamente por los ojos azules o verdes? Y ahora diréis, ¿qué cojones le pasa a este hombre? Es decir, hablas con personas, tienes la encantadora manía de mirar siempre a los ojos y nunca, repito, nunca oirás a un ojicastaño hablar maravillosamente del color de sus ojos. Incluso sentirán envidia por tu color de ojos (curiosamente, los míos son cromáticamente asimétricos, uno es completamente verde y el otro, parcialmente marrón, parcialmente verde) y desearán arrancártelos, para, o bien, guardarlos en una cajita y contemplaros cada noche, antes de ir a dormir, o bien, intercambiar ojos y quedarse con los tuyos. 

Sus ojos son de un castaño brillante, flamígero, que dan vida a una mirada audaz, traviesa, con una personalidad tenaz, decidida. ¿Qué hay más hermoso que eso? Y entonces, te indignas. ¿Vivimos en una sociedad hitlerizada, dónde la belleza reside en tener los ojos claros, sin tener en cuenta la esencia de cada mirada? Si es así, apaga y vámonos. Evidentemente, amo mi mirada, pues es el reflejo de mi personalidad asimétrica, alocada, antisistema. Ahora bien, pregúntate, ¿no te gustan tus ojos (que al fin y al cabo, no tienen ninguna culpa) o no te gusta lo que ves a través de ellos? Reflexionemos, señores, reflexionemos.

martes, 20 de junio de 2017

Desvarios (Primera parte)



Divago, ergo existo. A veces, simplemente, las ideas vienen a mi cabeza, sin más, se pasean y destrozan todo lo que encuentran a su paso. Por ejemplo, ¿os habéis planteado sobre la existencia de palabras que vienen supeditadas a un único factor? La palabra inexorable, ¿por qué existe? ¿Quién la usó por primera vez y qué quiso decir? Pues, siempre, cuando hablamos del paso del tiempo, le añadimos inexorablemente y quedamos como verdaderos poetas, aunque, es obvio que el tiempo pasa, que nadie puede evitarlo y, así, inexorablemente, también existe sin que nadie pueda evitarlo. Es decir, la palabra indica una cualidad que ella misma contiene. Por eso, es tan odioso leer una novela e ir encontrando, de vez en cuando, la maravillosa expresión filosófica y vacua de la inexorabilidad del tiempo. Ni siquiera subir arriba o bajar abajo chirrían tanto, pues, el tiempo pasa inexorablemente lo vas a oír poco por la calle, no ha tenido la culpa el coloquialismo. En este caso es pura verborrea. Me encanta y la odio, a su vez. Una expresión que te recubre de suntuosidad y parece rodearte de un aura de intelectualismo. Pero, bueno, luego me da por ir más allá. Analizo el tiempo, analizo lo inexorable y pienso, igual la expresión sobre qué fue antes si el huevo o la gallina debería reconsiderarse o traducirse al verborreico. Veamos, el tiempo pasa inexorablemente, ¿qué cambia en el universo con el tiempo? El caos aumenta, el desorden, la entropía. Así bien, ¿qué existió antes, la entropía o lo inexorable? Ya tenemos una buena frase para darnos el pegote.

Y os preguntaréis, ¿a qué viene tanta tontería? Supongo que necesito distraerme de pensamientos peligrosos. Peligrosos, para mí, un poco en el filo entre lo bonito y lo potencialmente doloroso. Arriesgado, sería la palabra. Las dudas te corroen cuando las musas te vienen a visitar y no las has visto llegar. Inesperado; de lo más efímero, haces un retrato, tu imaginación vuela y entra en contradicción con la realidad, pero, es tan bello. En tu cabeza, eres una persona decidida, con agallas, la seguridad la tienes, aunque a veces, se quiera disfrazar, tras un manto de sarcasmos. Pero, vuelves al principio, no te lo esperabas, ni siquiera sabes por qué. Aparecen las musas y te piden que borres esa sonrisa de bobalicón y te pongas a escribir. Y sientes el cosquilleo de las dudas recorrer tu estómago, te preguntas si tu cerebro o tu corazón te están jugando otra de sus bromas. Y ahí descubres que de inexorable tiene poco, el tiempo. Que se para el tiempo y, a su vez, corre rápido en tu contra. O a tu favor, realmente, no lo sabes. ¿Debes dar el resto y despeñarte en un precipicio, del que no ves si el fondo está formado por nubes o por afiladas rocas? O bien, ¿deberías dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio, acercarte, trabajar el terreno? Hacía tiempo que no sentía algo parecido.