La
monotonía es un concepto que se inmiscuye demasiado a menudo en los asuntos
ajenos. Sepa el lector, si no es consciente aún, que no puede uno bajar nunca
la guardia, ella siempre anda al acecho. Desde el más ingrávido atleta, hasta
el todopoderoso multimillonario, pasando por un niño de mirada limpia, nadie
está a salvo de caer en la reiteración.
He
entonces un joven llamado Pedro, bautizado y confirmado en Sevilla, que buscaba
en el azar, aquello que lo real le negaba. Hacía pleno uso de una gran
imaginación, y por ello, hedor de orgullo desprendía. No obstante, era un chico
de pocas palabras y buenos gestos. Vivía con sus padres y nadie hubiera dudado
de su cordura. Parecía un chico muy normal, decían unos. Nunca hubiera
imaginado algo así, decían otros. Siempre saludaba, reiteraban la mayoría.
-
Un día llegas a tu casa y encuentras a
tu padre pegando a tu madre…
-
Es algo impensable. ¿Qué razón le
llevaría a hacer eso?
-
En breves momentos te darás cuenta,
ahora… ¿Qué haces?
Las
luces de la ciudad iban perdiendo intensidad a medida que, el sol aparecía por
el horizonte. El sonido de las ambulancias y de los coches patrulla se
multiplicaban en la distancia. Un chico con la mirada desencajada esperaba el
desenlace de aquel macabro juego, perdido contra la monotonía.
-
Por ahora, me dedico a lanzarme contra
mi padre, para evitar que mi madre siga sufriendo daños.
-
Muy bien, lanza.
-
El verde cuenta decenas. Voy a pifia…
Veintiuno.
-
Crítico. Veamos… Treinta… hmmm. Logras
parar a tu padre, pero éste ha logrado darle un golpe tremendo a tu madre y se
aferra a tu cuello.
Un
reguero de sangre recorría la habitación. Los vecinos fueron cómplices de
aquellos horribles rugidos de dolor, con los que se despertaron horas atrás. El
olor a descomposición no tardaría en hacerse presente, dada la violencia con la
cual la monotonía había rasgado aquella casa.
-
Al fin, después de todo aquel alboroto,
un hombre sale del baño de tu casa. Lleva el batín de tu padre. Éste suelta tu
cuello. Tu madre tenía un amante. ¿Cuál es tu siguiente paso?
-
Maldita ramera. Ha deshonrado el nombre
de mi familia. Desempuño mis armas. El resto ya te lo puedes imaginar.
-
Muy bien, bonificación por ambidiestro,
penalización por sentimientos contradictorios y dos tiradas por precisión.
Lanza.
-
Treintaiocho… y… setenta y dos. Oh,
mierda…
-
Déjame pensar. Tiraré… ochenta y
setenta… hmmm. Te lanzas contra el hombre y lo cercioras de arriba abajo con
gran precisión. No obstante, cuando intentas atacar a tu madre con el otro
brazo, tu padre se abalanza sobre tu arma. En el proceso, tu padre y tu madre
quedan mal heridos.
La
noticia se había hecho eco en los medios de comunicación, que no tardaron en
posicionarse alrededor del edificio. Un chico de apenas diecisiete años
atravesaba, escoltado por guardias civiles, la puerta del bloque, en dirección
a un furgón. Algunas gotas de sangre brillaban, todavía, sobre aquella tez
juvenil y demoniaca.
-
Apenas soy capaz de discernir entre
realidad y ficción. Qué mareo, qué confusión. Me voy a casa, amigos.
-
Te olvidas algo, Balrog. Toma tus
catanas.
-
Sí, máster, mi señor.
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