Bienvenido,
lector. Espero que el viaje haya sido de su agrado, y que, las turbulencias de
la máquina del tiempo no hayan enturbiado su impertérrita ansiedad de nuevas
historias. Comprendo su cara de consternación, pues apenas sabía hacia donde
nos dirigíamos, en el momento de abrir una nueva página, mas deberá darme la
razón si le digo que, bien tenía presente donde se metía al cometer tal
temeridad. Abra la puerta de la cabina y asómese a ésta, una nueva realidad.
Año
2112, las calles de Nobelstad, la capital de Suecia, rebosan soledad y
blancura. Altas torres de hormigón embrutecen la silueta del límpido horizonte,
alejadas del lugar donde nos encontramos, en el centro de la ciudad. Los
barrios, repletos de vidas de alta alcurnia, pero de miserables existencias, se
difuminan tras la embriagadora caricia de los copos de nieve al caer. De entre
toda esta maraña de contradictorias sensaciones, dos hermanos gemelos, Genesi y
Nemesi, comparten una deliciosa cena macrobiótica en compañía de su madre
Stigma. El holovisor está encendido: es la hora de las noticias
interplanetarias.
La
habitación que rodea la imagen demuestra un mal gusto inusual. Ambiente
austero, acabados metálicos con colores lampantes, escaso mobiliario y, apenas,
muestra alguna de desarrollo artístico. En pocas palabras, una sala de estar,
donde la única finalidad consiste en obtener la mejor nitidez para los hologramas.
Evidentemente, el sofá es mullido, cómodo e impermeable. Perfecto tanto para
desconectar después de un duro día de trabajo, como para comer y cenar en
familia, o incluso, para disfrutar de una sesión de sexo desbocado. Aunque de
eso último, había pasado tiempo desde que se usara para tales fines, pues,
Theesi, el marido de Stigma y padre de los niños, murió un año atrás, a causa
de un accidente doméstico, lo que llevó a la mujer a centrarse únicamente en el
amor y cuidado de sus hijos.
Gen
había heredado los escandinavos rubios y lisos cabellos de su padre, mientras,
Nem había sido bendecido con las ondulaciones de la cabellera de color castaño
claro de su madre. Eran dos niños de ocho primaveras que desprendían luz allá donde fueran. No
obstante, la madre demostraba abierta predilección por Gen, pues éste era
gentil, atento y cariñoso con ella, mientras que la expresión fría y
meditabunda de su otro hijo, Nem, la sumía en la más grande de las melancolías.
- Cintia, nos llega una noticia
de última hora. -dijo repentinamente el apuesto presentador de las noticias. -
Ha sido detenido un grupo de ingenieros en robótica que, supuestamente, se han
dedicado a introducir embriones programados con las tres leyes de la robótica,
en úteros de madres primerizas, de modo que, al crecer, pudieran proliferar
colonias de robots entre los seres humanos. La investigación se ha llevado de
forma paralela en cientos de planetas...
Elevando
su delicado dedo corazón ante una pantalla holográfica, Sti interrumpió la
conexión. Era la inerte imagen de la dura y frágil roca, que poco a poco es
erosionada por un glaciar de miedo y dolor. Nem intentó decir algo, que fue
interrumpido por un brusco movimiento de su madre. La decepción se reflejó en
la cara del muchacho. Mientras, Sti, ignorando a su hijo, con los ojos
inyectados en sangre, subió histérica a su habitación, desde donde llamó a un
conocido suyo, el Dr. Floyd.
A
la mañana siguiente, la familia Esigma se encontraba ante uno de los edificios
propiedad de Ro & Bot Corp. El experto en robótica tenía su despacho -
laboratorio en la quincuagésima planta, desde la cual podía verse el
esplendoroso halo energético del Ascensor Espacial, con destino a la Luna. Al
entrar en el espacio, Gen y Nem se encontraron con una zona perfectamente
adaptada a las necesidades lúdicas de dos niños de ocho años. Máquinas interactivas
por un lado, salas de realidad virtual e instrumentos para fomentar la
creatividad por el otro.
- ¿Cuánto tiempo le llevará,
doctor? - preguntó Sti.
- En estos casos, es difícil
averiguarlo.
- ¡Maldita sea, ya sabes lo que
hay que hacer! Eres un genio, ¿no es así? ¡Vamos! -habló impaciente la madre.
- Tranquilízate. Dame un año.
- ¿Un año? Usa el bisturí. - lo
miró fijamente - Quiero. Saberlo. ¡Ahora!
Mientras
Floyd, con toda la paciencia del mundo, acompañaba a la señora Stigma a la
salida , los niños ya se habían fundido en la inmensidad de posibilidades que
aquel lugar les ofrecía. Así podría dar por empezada la terapia.
Un
mes más tarde, el holófono sonaba en casa de la familia Esigma. La imagen del
Dr. Floyd apareció en el centro del aparato.
- Grandes noticias te deparan,
Sti.
- ¿Quieres hacer el favor de
hablar claro, Julius?
- Perdón. Los niños han hecho un
hallazgo maravilloso esta mañana, y en breves minutos verás de qué se trata.
- No seas tan críptico. ¿Te
servirá para averiguar algo?
- No seas impaciente... - se abre
la puerta del recibidor y entran los niños con algo pesado entre sus manos.
Únicamente Gen, se desprende de ello para lanzarse a los brazos de Stigma. La
desconfianza se dibuja en los ojos de Nem.
- Pero, ¿qué tenéis ahí? ¿Qué son
esos instrumentos? - preguntó interesada, poniendo la mano sobre el pelo de
Gen.
- Son instrumentos antiguos.
Guitarras. - dijo el doctor. - Gen ha escogida una Clásica Alhambra y Nem una
Fender Eléctrica. Le he prestado un amplificador para que practique.
La
cara de Sti fue un libro abierto de sensaciones contradictorias. La palabra
eléctrica la había desencajado por completo.
- ¡Niños, iros a vuestro cuarto a
practicar! Tengo cosas que hablar. - alargó la espera- Contigo. - y su mirada
se convirtió en un puñal dirigido al hombre. Los niños salieron de escena.
- ¡Has visto! ¡Has visto!
Maldición. ¿Aún te cabrá la menor duda, Julius?
- Relájate. - dijo
tranquilamente, mientras esperaba que la palabra surgiera su efecto.- He
asistido a clases de músico-terapia. Es un gran paso. - acabó de decir,
mientras Stigma apagaba la conexión y hacía castañetear sus dientes.
Los
meses iban pasando y los niños fueron haciendo progresiones
"mozartnianas". La competitividad de ambos era la piedra angular que
sostenía su aprendizaje intensivo. Al principio, se dedicaban únicamente a
mimetizar los movimientos que Floyd les enseñaba. Rasgaban las cuerdas
mecánicamente. Pero llegó el día en que una gran diferencia, imperceptible al
oído desentrenado, separó cualitativamente a los dos hermanos. Había llegado la
hora.
Aprovechando
la publicidad que se había esparcido por doquier, hablando de unos niños de
virtuosismos prodigiosos, el experto en robots ató ciertos cabos para que, un
año después de que los niños llegaran a su despacho, éstos dieran un recital
musical en el Auditorio Alfred Nobel. Las monótonas calles de Nobelstad se
llenaron de carteles luminosos con las caras de los dos chiquillos.
Horas
antes del conciertos, Floyd se encontraba con Nemesi. El muchacho parecía
inquieto. Un extraño brillo se dibujaba en sus ojos. Genesi estaba animando a
su madre, que parecía indispuesta. El doctor vio la escena y se giró para
hablar con Nem.
- Muchacho, te ocurre algo. ¿Son
los nervios?
- Puede ser. ¿Crees que mamá
estará mirando cuando yo toque mi solo de guitarra?
- Ei, ei, por supuesto, chico. Tu
madre te quiere mucho.
- Si usted supiera, doctor.
Cuando murió mi padre...
- Continua. Desahógate, Nem. -
dijo cercanamente el hombre.
- Mamá lloraba sin parar. Gritaba
histéricamente. De repente, me miró, sin decir nada. Esperó, pero yo sentía
pinchazos aquí - decía mientras se señalaba el corazón. - y no supe que hacer.
Llegó Gen y la consoló. Desde entonces... - y de sus ojos asomó un pequeño
diamante, que rápidamente se escondió. Floyd lo abrazó y lo espoleó a continuar
con el espectáculo.
El
auditorio se llenó en escasos minutos. Era un edificio que podría recordar el
del Senado Galáctico de Star Wars, pues cientos de palcos, colocados
aleatoriamente a lo largo de las asimétricas paredes del edificio, se postraban
alrededor de un acogedor y renacentista escenario, al estilo del Globe Theatre
de Londres.
Gen
inició el recital interpretando un fragmento del Invierno de Vivaldi. Con una
digitación perfecta, dejó anonadada a la concurrencia con aquella demostración
de precisión y templanza. Un desgarrador acorde eléctrico envolvió al público a
la vez que Nem hacía su aparición en escena. Interpretaría, acompañado de un
percusionista, uno de los riffs vertiginosos
de los desaparecidos Metallica. Antes de la actuación final, Gen se atrevió con
los arpeggios y la velocidad de Paco
de Lucía, interpretando "Entre dos aguas", mientras Nem, púa en mano,
deshilachaba con increíble sensibilidad las interminables escalas y los
infinitos solos de su propia versión de "Tocata e Fuga". El público
era la misma imagen de la incredulidad. Nadie osaba parpadear.
Finalmente,
los dos hermanos se colocaron en lados contrarios del escenario. Sus miradas se
cruzaron y al ritmo de la batería del Dr. Floyd, empezó a sonar el
"Canon" de Pachelbel. Las notas fluían de aquellos dos instrumentos,
como si no hubiera nada más natural en el mundo. Las cuerdas de la Clásica
Alhambra vibraban, dando uniformidad a los sonidos que emanaban de la caja de
resonancia. Pero, claramente, los armónicos repletos de expresividad y los
cambios de intensidad de la Fender estaban por encima de la precisión
milimétrica de Gen. Los solos eran irresistiblemente sublimes. Repletos de
gammas y sensaciones. Las gradas estallaron en vítores.
Pero,
de repente, una mujer apareció en el escenario. Su mirada perdida se clavó
sobre la sonrisa impecable de Nem, que vio como su madre se le acercaba y se
abalanzaba sobre él inundada en lágrimas.
- ¡Maldito monstruo! ¡Maldito
seas, un robot incapaz de amar a su madre! - chillaba aferrándose al cuello de
su hijo. Tiempo le faltó a Julius Floyd para arrancar a Nemesi de las garras de
su alocada madre, a la vez que le propinaba una bofetada, ante la atónita
mirada de la concurrencia.
- ¡Pero, ¿qué te has creído,
arpía?! ¿Qué puedes tratar a todo el mundo a tu gusto? Eres el centro de tu
maldito mundo y eres incapaz de ver más allá de ti misma. - la vergüenza
apareció en la tez aterciopelada de la mujer. - ¡Sí, escúchame bien! Has tenido
un año para quitarte la maldita idea de que tu pobre hijo es un robot. Has
tenido un año para hablar con él. Ni tan siquiera eso. Un año para ver la
ilusión que le hacía que disfrutaras de su arte. Y aún así sigues pensando que
es un robot. ¡Un robot! ¿Querías un robot? Pues, mira en que has convertido a
Gen. Programado para querer satisfacerte. Incapaz de aceptar que los demás
rechacen su altruismo. Mírate a ti misma. Has creado tu propio circo de robots,
del cual tú eres la domadora. Gen y tú habéis creado una dependencia mutua.
Mientras, ¿qué ocurre con los términos medios como Nem? Pues, que, como toda
persona normal y corriente, no encaja en vuestro sádico espectáculo. - la miró
por última vez y finalizando su discurso dijo - Eres una mala madre, Stigma.
Has sido incapaz de ver la humanidad de tu hijo brotar, de entre las notas de
su guitarra.
Nota del autor: El Dr. Floyd se hizo con la custodia de Nem, que accedió
encantado a vivir con él. Stigma decidió marcharse del planeta. Gen la siguió
allí donde quiso, sin importarle el gemelo que dejaba atrás. Años más tarde, se
reencontrarían, enfrentados, en una cruenta guerra interplanetaria...
FIN
1 comentario:
Sigo brindando por la gente que intenta de hacer un poco mas bello este mundo cada vez mas venido a menos, y por todos los que buscamos en la humanidad, una melodía que conmueva.
Un abrazo gran amigo Santi.
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