Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

martes, 22 de enero de 2013

Corazón de León

La algarabía del tren le absorbía la escasa energía que un duro día de trabajo le permitía guarecer en su interior. Efímero, el tiempo se cernía inexorablemente sobre su cabeza imprimiendo una tenue celeridad a sus piernas que le agarrotaba los isquiotibiales. El aire, viciado, fluía licuado por sus pulmones, irritando todo tejido que encontraba a su paso. 

 

Estación a estación, la frecuencia de pérdidas era mayor que la de ganancias, pero el balance seguía siendo insuficiente para acceder al merecido premio de tomar asiento en aquellos poco mantenidos e incómodos reposaderos. 

 

Finalmente, a falta de dos estaciones, el vagón quedó prácticamente vacío. El alboroto cesó, la energía regresó, expandiéndose y comprimiéndose a sus anchas, el tiempo se relajó y el aire sublimó, despejando la mente del congestionado muchacho.

 

Entonces, como por arte de magia, sintió que su cuerpo estaba en resonancia con el medio que lo envolvía. Cerró los ojos, desadherió sus manos de la barra que le permitía mantenerse en erguido y sus pies bailaron, vibraron, ondularon emulando el contoneo de la superficie sobre la cual parecían sostenerse inercialmente. Sentía que la íntima burbuja que se centraba en su ombligo se volvía más maleable y soluble con el resto de burbujas circundantes.

 

Inspiraba suave y sonoramente pequeñas bocanadas de aire que le conferían a su espíritu la forma de un esbelto león de dorados pelajes. Su atractivo obligó a girar a las flores, haciéndoles olvidar la presencia del mismísimo Sol.

 

El gas de la vida penetraba en sus pulmones, mientras su diafragma se dilataba acompasadamente. Torso y pecho en perfecta coordinación. En un segundo plano quedaba la fatiga muscular, pues, el león, imperturbable en su longeva magnificencia, se hizo dueño de aquella sabana artificial de polímero y aleación. Un aura resplandeciente emanaba impregnando cada rincón del vagón, implosionando enérgicamente en los corazones de los presentes, que miraban al chico embelesados.

 

El tiempo transcurrido durante la recomposición espiritual del hombre apenas alcanzó el minuto, minuto y medio. El trance finalizó desestabilizando su cuerpo de manera que anivelaba el equilibrio físico-psíquico, compensando el reajuste positivo de su mente, pues las leyes de conservación naturales son inquebrantables. La espalda se enarcó ligeramente y las rodillas se flexionaron para que aquel amasijo de carne y hueso se posara plásticamente sobre uno de los asientos del tren.

 

Paulatinamente, sus párpados volvieron a reafirmarse sobre el infinito peso que pendía de ellos. Iridiscentemente, el dibujo de una sonrisa en su cara emitió la luz absorbida durante el fenómeno espiritual. Oteó el horizonte y se dio el encuentro.

 

Unos plateados ojos se clavaban en su alma, desnudándolo. Aquella maravillosa criatura se levantó y, mientras él pensaba en lo efímero de los actos que nos comportan felicidad, ella se postró ante él y dando por finalizado el relato, le dijo:

 

"No dejéis jamás que vuestro cuerpo dome a vuestra montaraz naturaleza, mi añorado Corazón de León."


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