Me presento

Hola a todos, soy Santi, alias Galdor. Desde que tengo 16 años, las palabras se han vuelto mis aliadas para crear mundos e historias, y para dar mi peculiar visión del mundo real que nos rodea. He publicado unos relatos recientemente, y ahora estoy a punto de publicar mi primera novela. No obstante, sigo escribiendo cortos relatos, que serán mi regalo a este lugar donde guardaré trocitos de mi ser. Mi mail es santi_galdor_quantum@hotmail.com, por si alguien quiere opinar de una manera más personal. Muchas gracias.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Alea (En honor a las musas)


            En numerosas ocasiones, no son nuestros actos los que impulsan nuestra vida, sino, que irremediablemente y sin opción de cambiar la dirección de dicha sucesión, es el transcurso aleatorio de nuestras vidas lo que nos impulsa a llevar a cabo actos que, sin duda, no hubiéramos contemplado enfrascados en el flujo continuo de la rutina. Son esos días inolvidables, esas sensaciones y sentimientos que no puedes, ni debes, reprimir los que te hacen pensar que la mala fortuna de los días oscuros, son meras sombras de recuerdos que únicamente aparecen en los momentos que la vida se ríe de ti. No sabes muy bien que ha ocurrido entre unos y otros sucesos, no entiendes la transición y no ves ningún tipo de ley física o lógica que conecte la realidad número 1 y número 2, distinguiéndolas de la mera ficción.

            La única teoría que tenía él sobre aquella noche, es que los ángeles existían y ella era la muestra viva de ello. Había conocido a la musa que le brindaría inspiración, al menos, un mes más. Tenía los dos ojos más penetrantes y bellos que jamás un ser humano había puesto sobre su línea de visión. Era la bondad personificada y su sonrisa daba buena cuenta de ello. Su dorado cabello realzaba lo mediocre que era el mundo al lado de la existencia de una criatura así. No obstante, no creyó ser digno de tanta belleza. No creyó merecer el privilegio de poder verla de más cerca, de llegarla a besar, fuera del mundo de los sueños. Y no era falta de confianza. En absoluto, pues tenía muy claro cual era su cometido en el mundo y se conocía a sí mismo, lo mínimo para juzgar que era valeroso por su especial manera de ser. Pero, aquella dama era de una realidad paralela en la que, la belleza sobresalía del modo superfluo que tenemos de verla en el mundo actual. No la conocía de nada, pero no pudo llegar a otra conclusión, era un ángel.

            Tuvo la sensación de conocerla de toda la vida, al momento de cruzar dos palabras con ella. Fue la sensación más extraña y, a la vez, gratificante que había experimentado nunca. Si no volvía a saber nada más de ella, al menos, su encuentro había servido para escribir las palabras más penetrantes que pudieran salir de la pluma del hombre. Sólo sabiendo que sus labios y los de ella, por un momento que no debió terminar nunca, habían compartido el mismo punto en el espacio, habían entrelazado sensaciones y desbocado miles de emociones en su corazón. Ni siquiera fue algo esperado, ni siquiera estaba escrito. Únicamente ocurrió y de la manera más surrealista posible, del modo en que ocurren las cosas excepcionales de la vida. Del modo que un minuto destaca entre la infinidad de horas que transcurren en varios años de reclusión y autotoxicidad.

Con toda naturalidad, y viendo el peligro cercano, él le pasó el brazo por la cintura y accedió a las exigencias del guión. La trama debía estar bien trabajada y cada papel era primordial para que no fuera desenmascarada la falacia. Así pues, se dejó llevar, ella aceptó y cerró los ojos, pues ella ya estaba besándolo cariñosamente. Para él, era necesario recordar que aquello no significaba nada, que ni siquiera se conocían. No obstante, el guión siguió exigiendo un dulce sacrificio. Entonces, sus manos se unieron, se miraron, evitando las carcajadas de una situación tan atípica y, mientras entrecruzaban las cabezas, un ardiente beso los unió, en lo que para él fue un sueño infinito que no encontró el momento de terminar. Hubiera sido lo justo no alargarlo tanto, pero la pasión no entiende de tiempo y el beso se alargó sutilmente, mientras las dudas se disipaban en las caras de los depredadores. En mucho tiempo, no había sentido nada semejante. Y después de eso, sin recordar en que momento, sus cuerpos se separaron; al contrario de lo que ocurre cuando uno se habitúa a hacer un camino cada día, él sólo recordaría la suavidad de sus labios, la calidez de su boca, la magia del momento. Del desenlace, ya nada ha quedado retenido en su mente, cual laguna espaciotemporal en su tejido cerebral.

Y es que por más que uno quiera pretender que su vida cambie, por más que uno quiera pretender controlar todos los aspectos de su vida, por más que uno pretenda hacer creer que ya lo tiene todo y que nada le es necesario para estar mejor; siempre sentirá el aliento cercano de las pequeñas grandes sorpresas y los fugaces regalos de la magia de las musas.