Primer relato del Curso de Narrativa de l'Escola de Lletres de l'Odissea (Vilafranca del P.) Necesito críticas duras y constructivas, ¡por favor!
NORIA
Un
golpe atroz. Susurros de llanto contenido. Un hedor etílico y
nauseabundo penetra en la habitación, donde un cuerpo marchito se
desploma sobre el catre. De repente, todo es oscuridad.
De
repente, todo es claridad. Los primeros rayos de sol despiertan al
desorientado marinero que, sorprendido, se encuentra rodeado por
horizontes de agua. Siente un terrible dolor de cabeza. El naufragio
debió ser harto violento... -piensa- Suerte del salvavidas. No
obstante, el entumecimiento expande su influencia a través de tres
cuartas partes de su cuerpo. El guión de los acontecimientos futuros
lo conoce al dedillo: hipotermia, parálisis y muerte. Pero no una
muerte cualquiera. Primero, hundirse, luego, contraer cada músculo
de su cuerpo para impedir que el agua penetre en sus pulmones y,
finalmente, ceder ante la atmósfera acuosa. Decide centrar su
atención en el rojizo colorido del salvavidas. Le atrae cual sangre
a un toro bravo. De imprevisto, un enorme transatlántico hace su
aparición en escena. En él, puede ver un ser antropomorfo. La
esperanza se abre paso a través de sus neuronas. Cierra los ojos y
se deja llevar. Inexorablemente, el tiempo pasa.
Se
obliga a abrir los párpados. ¿Estará en un camarote, junto a una
enfermera sexy? Nada de eso. En su lugar, siente la cercanía
lacerante de la gran embarcación. ¿Qué ocurre? ¿Nadie irá a
socorrerlo? La imagen del pasajero se hace más nítida. Su mujer,
con un moratón en el ojo, se apoya en la baranda, mostrándole el
dedo corazón. Como por arte de magia, puede ver a través de los
ojos de su amada. Encuentra una buena idea inmortalizar el momento de
su muerte y extrae del bolso una cámara. Flash. Oscuridad.
Luz.
La habitación está impregnada de un fétido olor a descomposición
humana y a orines. El cuerpo se levanta, sale y encuentra un cuchillo
ensangrentado en la cocina. Sus músculos se desentumecen y un dolor
irreprimible le hace caer de rodillas al suelo. La sangre fluye,
irremediablemente, desde su abdomen hacia el suelo, formando un
charco. Gatea en busca de ayuda, pero no hay nadie en casa. Susurros
de un llanto contenido. Un golpe atroz.
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